Entradas

Senderos de papel (Cap. V)

Imagen
Un mar de lágrimas       Israel permanecía sentado delante de su ordenador mientras su teléfono móvil en modo de vibración, no paraba de retumbar en la mesa. No quería coger la llamada. La pantalla le mostraba que se trataba de Adela y estaba cansado de sus conversaciones, de que pasara la mayor parte del tiempo describiendo encuentros que no eran los suyos, y admirando cada detalle con el que su adorado Marcos le sorprendía a cada instante.       Adela tenía razón en una cosa, Israel le tenía totalmente atragantado: “Que si Marcos dice esto... que si Marcos hace lo otro... mi madre está muy contenta con Marcos y me pregunta por él a todas horas...”. Lo que Adela quizá ignoraba era la naturaleza de esa manía, a veces contenida, hacía su pareja.       No entendía por qué Adela era tan superficial. No estaba seguro si había sido así siempre o se había vuelto de repente. Quizá había estado demasiado ciego dejándose llevar por sus sentimientos. Cuando estaban juntos se olvidaba del

Volver a casa

Imagen
      Apartó bruscamente las cosas de la mesa. Era la primera vez que le veía fuera de sí. No sabía qué estaba buscando, pero tampoco le interrumpí, pensé que eso sólo alimentaría su furia.       Cuando se tranquilizó, después de haber revisado cada rincón, rompiendo todo aquello que encontró a su paso, y se sentó en el sofá; me decidí a preguntar qué era aquello que con tanto afán buscaba.       Me miró con ojos de ira, con una profundidad que nunca le había conocido, como si me mirase desde otra dimensión, y no acertase a adivinar lo que realmente le estaba preguntando. No dijo ni una palabra, se limitó a mirarme fijamente, aunque no sé si realmente me miraba, porque mis ojos no lograban encontrar su auténtica mirada.       Se levantó de súbito, como si de pronto hubiese descubierto algo. Cogió su abrigo y echó a correr calle abajo. Salí tras él, llamándole, pidiéndole a gritos que me esperase, necesitaba una explicación a todo aquel desconcierto. Pero no hubo respuesta, tan

Senderos de papel (Cap. IV)

Imagen
Un mundo que se aleja       Adela no entendía por qué Israel se estaba apartando de su vida. Llevaban casi dos años siendo amigos y cada vez le sentía más lejos y distante. Echaba de menos aquellas charlas, cuando iba a recogerla a la cafetería y la acompañaba a casa. Se pasaban horas y horas en su habitación escuchando música, compartiendo sus sueños y liberando sus penas. Aquellos habían sido los mejores momentos de su vida en aquella fría y bulliciosa ciudad.       Ella no había sido la única de la que se había apartado, Israel había abandonado su rincón del parque del Retiro. La música parecía haber alejado el hechizo que se apoderaba de él. De repente se había vuelto un joven ambicioso, y no paraba de ir de un lado a otro buscando financiación y socios, para un nuevo proyecto de negocio. Aquel chico seguía siendo un enigma, a veces sentía que sabía todo sobre él, pero realmente apenas sabía nada sobre su vida, ni su pasado.       Adela seguía trabajando en la cafetería. Ya

Al otro lado

Imagen
      Aquel muro le impedía la visión. No se trataba de un muro de ladrillo, ni de cemento; era un muro invisible que se había formado a raíz de sus dudas y sus miedos.       En su lado del muro controlaba su vida a su antojo. Guardaba una distancia prudencial con lo desconocido e imprevisible, y ello le proporcionaba seguridad para tomar sus decisiones. Al otro lado del muro se encontraba todo aquello que consideraba inestable, oculto e incontrolable.       Sin embargo, cada día, se paseaba por las inmediaciones de aquel muro. Era como una tentación que no podía evitar, como una rutina ineludible. A veces sólo se daba una vuelta para asegurarse de que el muro permanecía ahí. Otras daba un paso más, y se ponía de puntillas para asomarse por encima de él. Pensó en abrir un portillo para salir y entrar libremente; pero tenía miedo de que al hacerlo, se quedase abierto y no pudiese recuperar la estabilidad y el confort que le proporcionaba aquel muro, que tanto había tardado en cons

Mi primera vez

Imagen
Cuando todo había terminado, me sentí tan relajada que no me hubiese importado permanecer allí un poco más. Al principio sentí miedo, quizá me sentía insegura por ser la primera vez. Él me dijo que me tomase mi tiempo, que todos pasábamos por ese instante en el que piensas que no vas a ser capaz, y se te seca la boca por la tensión acumulada. Nos miramos, yo para preguntarle con la mirada si había llegado el momento, y él para responderme que sí. Bebí un sorbo de agua y expuse mi trabajo ante mis compañeros con total fluidez. (Micro 100 palabras sobre "Mi primera vez en algo..." para Nuncajamás)

Senderos de papel (Cap. III)

Imagen
El mundo a sus pies       ―Hola mamá, no sé si voy a poder hablar mucho contigo, es que estoy en una cafetería y he quedado para tomar café con Israel. No me apetece que siempre se trague nuestras conversaciones.       ―Hola hija, parece que nunca doy con el momento acertado ¡Mira que eres arisca! Cuando no estás en el trabajo, es que no estás sola...       ―Lo siento, ya sabes que soy un poco brusca pero es que la vida aquí es mucho más ajetreada que allí. Aquí se vive con un cronómetro insertado en la cabeza.       ―¡Qué tonterías tienes Adela! ¿Y qué tal en la oficina, que nunca me quieres contar nada?       ―Todo bien mamá. No te cuento nada para no aburrirte. Allí como siempre, todo el día de papeleos, llamadas... ¡Es un no parar! ¿Y por allí qué tal?       ―Todos bien. La abuela te manda un beso. Y dice que te cortes un poco el pelo, que cuando estuviste aquí te vio más flaca y con el pelo tan largo ni se te ve la cara. Tu prima dice que la próxima vez que vengas, se va con

Senderos de papel (Cap. II)

Imagen
  Leer antes: Senderos de papel I La chica de los ojos cerrados       Tres pequeñas gotas de agua aterrizaron en la mano que sujetaba el arco de su violín, formando parte del preludio que abordaría a aquella tarde de frío invierno. Se había formado un pequeño grupo de gente a su alrededor. Mientras tocaba el primer movimiento del otoño, del gran maestro Vivaldi, un señor con un sombrero negro y bastón, se acercó y depositó unas monedas, con tan mala suerte que dos de ellas rodaron fuera de la funda del violín que el músico había colocado a modo de arca. El desconocido echó un vistazo a su alrededor, y al no ver el paradero de las monedas, hizo un gesto al músico de resignación, a lo que el músico contestó con un guiño y una enorme sonrisa.       Él sí tenía perfectamente localizadas las monedas. Habían ido a parar a los pies de una joven que llevaba más de quince minutos escuchando su música. La había visto varias veces pasar delante con un paraguas rojo colgado del brazo y un abr

Senderos de papel (Cap. I)

Imagen
Senderos de Papel es el título de mi gran travesía en "Travesía literaria". La comencé en marzo, y aún estoy atascada más o menos por la mitad. He decidido ir publicándola para ver si así me obligo a arrancar de nuevo. Este capítulo está basado en una de las canciones que nos proponían, otros están basados en imágenes, pecados capitales, etc. Os dejo con el primer capítulo, y aunque cada uno tiene su título, todos pertenecen a la misma historia. Cuando despierte       Era la tercera entrevista que hacía esa semana. Llevaba más de tres meses en la ciudad y sólo había tenido suerte durante una semana en que la contrataron como personal de limpieza, sustituyendo una baja en unos grandes almacenes. También había conseguido un trabajo para los fines de semana como cajera en una gasolinera, y que aún conservaba. Subsistía con los pocos ahorros que su madre había podido darle cuando decidió marcharse de su pueblo, hacía ya casi cuatro meses, y el sueldo de los fines de semana que

Pequeño cambio…

Imagen
      Cuando me da por experimentar… mal asunto. ¡Tengo más peligro con el ratón que un mono con dos pistolas! Llevaba mucho tiempo cotilleando las nuevas plantillas de Blogger. Bueno, nuevas… llevan ya un montón de tiempo, pero yo seguía aferrada a mi antigua plantilla «Harbor». Así que hoy me puse a juguetear con el blog y a cambiarle de look en plan “probar y no guardar los cambios”… ¿Y qué ha pasado? Pues que le iba a dar a «ver blog» pensando que era una vista previa y le he dado al botón de al lado «aplicar al blog»… Después de entrarme los siete males, sabiendo que no podré recuperar mi antigua plantilla porque Blogger las ha quitado, he recapacitado y he pensado que quizá es cuestión de tiempo el acostumbrarme a verlo así… Al menos encontré un fondo que le va al título… ¿Quién no se ha encontrado alguna vez con «flare» en alguna foto a contraluz?  Tienen su encanto.       Pues nada, que aquí la metepatas ha cambiado de look.

Maldita la gracia...

Imagen
Lo que está escrito en otro color de fuente son enlaces       Ahora escucho un ratito, cuando voy en el coche por las mañanas, el nuevo programa de radio de Europa FM: “Levántate y Cárdenas”. Hay una sección del programa que es sobre bromas. La del miércoles me hizo mucha gracia pues un tipo llamó a un sitio de esos de descargas de juegos para el móvil y se quejaba del servicio porque se descargó el juego de los SIMS y su muñeco no se levantaba de la cama. Por lo visto, le explicaba a la del servicio de descargas, había pasado el fin de semana con otra SIM dándole salami (palabras textuales) y llevaba dos días sin moverse. La del servicio de descargas se lo quitó de encima como pudo, diciéndole que buscase la solución por internet. Al día siguiente volvió a llamar, en esta ocasión se puso un hombre y el bromista, entre sollozos, le contó que quería poner una reclamación porque su SIM había fallecido. El del servicio de atención, impasible ante los lloros del cliente por la pérdi

Comparando el mar

Imagen
      Aquella tarde, sus aguas parecían las garras de una fiera enjaulada. Amenazando en cada impulso para hacerme caer de aquella roca. Me mantuve firme en mi puesto, desafiando sus lenguas de fuego sustituidas por gélidas aguas, de aquel gigantesco dragón que hacía tan solo unas horas, dormía plácidamente como una llanura en calma.       Siempre me he preguntado qué secretos esconde el sonido del mar. Por qué hechiza los sentidos con el vaivén de sus aguas. Te atrapa con su murmullo infinito, incita a descalzarte y a jugar con sus embistes, como si fuera un niño travieso que te lanza la pelota y no puedes resistirte a pasársela.       Un niño gigante y caprichoso que consigue seducirte con sus ojos tristes en los meses de invierno, y con su mirada radiante en los días más soleados. Te enreda en sus aguas con su juego de oleaje, meciéndote con sus enormes manos, y olvidando, en ocasiones, su fortaleza;  dejando tu cuerpo exhausto por el forcejeo de su efusivo abrazo, hasta que lo

¡Trágame tierra!

Imagen
      Íbamos paseando por el campus universitario camino del autobús. Hacía unos seis meses desde que nos habíamos conocido, a principios de curso. Ella se sentó a mi lado en clase y enseguida surgió nuestra amistad. Al principio era muy comedida en sus comentarios, y ello hacía que me sintiese cómoda charlando con ella; pero poco a poco se fue soltando y no tardó en sacar a relucir su escondido egocentrismo y sus aires de protagonismo. Siempre recriminaba que me mantuviese en segundo plano en las conversaciones; pero en el fondo le encantaba que así fuese y poder ella manejar todos los hilos de nuestra amistad a su antojo. La nuestra y la de todo el grupo, claro.       Lo que más le gustaba, era airear los trapos sucios de los demás. Y disfrutaba cuando era testigo de esas meteduras de pata típicas que cuando las cometes te hacen decir: ¡Trágame tierra! Recuerdo una vez que salíamos de una tienda, y sin darme cuenta de que la puerta era de cristal, me empotré con ella de bruces y

Aquel profundo sueño

Imagen
      A pesar de su actitud decidí seguir la relación con él. Realmente, a aquello que teníamos no se le podía llamar relación. Nunca tuve claro qué nos impulsaba a estar cerca. Éramos  muy diferentes, al menos aparentemente diferentes. Cuando nos conocimos, era como si cada uno estuviese hecho de un elemento químico opuesto al del otro.       Después del primer contacto, parecía que todo fluía en perfecta sincronía, como si las palabras de uno saliesen de la boca del otro, para regresar por los oídos del primero y ser guardadas en la mente del segundo. Nuestros elementos habían formado una disolución adecuada, un perfecto equilibrio químico.       Si hubiésemos sabido cómo terminaría aquello, es posible que ninguno se hubiese aproximado al otro. Habríamos caminado, sin más, por nuestra trayectoria, sin volver la mirada ni pararnos a pensar. Un cruce sencillo, sin brisa ni movimiento, sin un roce invisible que levantase el vuelo de una semilla de diente de león; un cruce vacío

Los niños de hoy...

Imagen
      Muchas veces hemos recibido correos con presentaciones en PowerPoint de comparativas con los tiempos de antes, incluso anuncios de televisión, y nos hemos sentido orgullosos de ser treintañeros o cuarentones, y de haber sobrevivido a todas aquellas inclemencias de nuestra infancia, donde si seguimos vivos es por pura casualidad. El otro día me contaba mi marido, entre orgulloso y aterrado, sus hazañas en bicicleta por “El caminito de la muerte”, así lo habían bautizado. Un camino de medio metro de ancho, cuyo borde interior era una roca vertical, y el exterior un precipicio de quince metros ¡Pá haberse matao! Estas anécdotas me hacen plantearme serias preguntas ¿Seré capaz algún día de dejar a mis hijos ir solos con la bici? O lo que es peor… ¿Les dejaré salir solos aunque sea a pie? Supongo que sí, no creo que vaya a ser una madre coñazo de por vida, pero me aterra la idea, será porque aún son pequeños…       No era esto lo que quería contar, sino lo sibaritas que se han vue

Mi mundo

Imagen
                                             Nunca he conseguido que mi mundo gire a la velocidad establecida. Ni que lo haga en el sentido habitual de rotación. Su ritmo es inconstante y contradictorio; unas veces gira como las agujas de un reloj, otras retrocede como una manecilla loca, y otras, simplemente, se desprende y se precipita, como los granos de un reloj de arena. Sin un soporte donde agarrarse, ni una muesca en su inmaculado cristal; mi mundo cae esperando que el reloj dé la vuelta o se transforme en un reloj solar. Mi mundo a veces es grande y compartido; otras veces es pequeño y secreto. Viste miles de colores cuando se despierta con sonrisas, y pierde sus tonos cuando se envuelve en melancolía. De la misma forma enciende y apaga sus luces, siempre guiado por las sensaciones que despiertan su nuevo día. No sé si el resto de los mundos son como el mío. Un mundo que vive soñando en su vida, con la esperanza de algún día, estar viv

De miedos irracionales...

Imagen
      No soporto las películas de miedo. Bueno, no es que no las soporte, me encanta verlas, lo que no soporto es el después, suelo tardar muchísimo tiempo en olvidarlas y, lo peor de todo, soy totalmente irracional en este asunto… Ejemplo: Hace muchos años, cuando se estrenó la película de “El sexto sentido” trabajaba en un laboratorio fotográfico. Recuerdo que al día siguiente de ver la película estaba yo muy contenta porque, dentro de lo que cabe, no estaba tan acojonada como suelo estar cuando veo una peli de este género. Así que todo fue a las mil maravillas hasta que me tuve que meter en el cuarto oscuro para cargar la bobina del rollo de papel fotográfico… En la mitad del proceso, no sé por qué estúpida razón, me dio por pensar en la película que había visto y en que, lo mismo, algún muerto podría estar a mí lado allí mismo, haciéndome compañía en el cuarto oscuro… ¿Qué pasó? Pues que me entró tal pánico, que no tuve más remedio que encender la luz y velar todo el rollo de

El niño que perdió su sombra

Imagen
      C uando perdió su sombra, no se lo contó a nadie. Tenía miedo de que todo el mundo se fijase en él y le mirasen como a un bicho raro. Era un niño muy tímido y más maduro de lo que le correspondía por su edad. Pensó que si caminaba por la calle, por el lado donde daba la sombra de los edificios, nadie echaría en falta la suya. Se preguntó dónde habría ido a parar. Nunca había hecho nada parecido, a pesar de que millones de veces, había jugado a pisarla y a librarse de ella, sin éxito.       La sombra, por su parte, se encontraba paseando por las calles de su barrio. Se distraía jugando en los parques y hablando con todas las sombras que se cruzaba por el camino. La noche era el momento cumbre para las sombras sin cuerpo, las calles y parques rebosaban de ellas. Era una sombra muy extrovertida, y no le daba miedo

Terapia de grupo

Imagen
              Participo en un reto que ya por su título me llamó la atención “Terapia de grupo” . Se trata de escribir sobre nuestros defectos en plan: Hola soy fulanito... y en 200 palabras . El problema es que hay que hacerlo sin las conjunciones: « y »« e »« ni »« que » Me pareció interesante publicarlo aquí, y de este modo dar por reconocidos mis defectos.  Aunque ha sido muy tacaña la jefa organizadora, porque en 200 palabras es difícil meterlos todos, sin sonar a la lista de la compra pegada en el frigorífico con un imán...            Mi nombre es Sara. Mi mayor defecto es el despiste. Cuando me presentan a alguien, si me lo encuentro días más tarde, no suelo reconocerlo ni tampoco saludarlo. También me pasa con los vecinos: en el ascensor saludo, pero en el supermercado ya no los identifico como tal, son caras conocidas pero no sé si de haber hecho la compra más veces allí, más de uno me toma por estirada. Una vez me crucé en Carrefour con Chiquito de la Calzada,

Una vuelta al principio

Imagen
Llega septiembre, la vuelta al cole, y en mis "letras que forman países", regreso a tierras africanas, precisamente abarcando ese campo, el periodo lectivo. Llevo tanto tiempo buscando información sobre Kenia, que a veces pienso que si un día tengo la oportunidad de viajar hasta allí, quizá me va a parecer que ya he estado...   Cap. anterior: En días de disturbios     Aquel tipo llevaba un  buen rato observándome desde el otro lado del mostrador de recepción. Cuando me dirigía a la salida, noté cómo unos pasos se acercaban hacia mí. Me giré para comprobar que, efectivamente, aquel hombre alto me seguía con un gesto interrogante.     ―Disculpe, llevo un tiempo observando que viene mucho por aquí y que realiza fotografías a nuestros clientes. No me parece mal, pero he recibido quejas por parte del personal del hotel sobre usted y sus actividades ―se tomó un tiempo para elegir el adjetivo adecuado―… fraudulentas.     ―¿Fraudulentas?¿De qué demonios está hablando? ―le contest

Seis meses en mi blog

Imagen
Ayer fue un día muy especial en “mi mundo bloguero” pues era Blog Day 2010 (yo tampoco tenía ni idea de lo que era, no os preocupéis) y Markos , un bloguero que me encanta por su ironía, sutileza y ocurrencias divertidísimas, recomendó mis sueños a contraluz. Lo que más me gustó de su gesto, a parte de sus palabras, fueron sus motivos, dijo algo así como que los que empezamos en este mundo del blog, somos los que más necesitamos una palmada en la espalda para seguir adelante, y tiene toda la razón, es una forma de decirnos: Oye, ni se te ocurra dejar abandonado tu blog, me gusta y merece la pena darse una vuelta por aquí. Lo que os he contado, me hizo reflexionar sobre cuándo se me ocurrió escribir este blog. Y dándole vueltas al asunto, me di cuenta que ya llevaba seis meses en este mundo blogueril. Recuerdo que hace seis meses, no tenía ni idea de lo que era un blog, había oído lo de los blogs, pero no tenía muy claro el concepto. La cabeza me hervía con unas cuantas anécdota

Anclada a una roca

Imagen
Podía percibir cualquier cosa a través de sus sentidos multiplicada por diez, pero no llegar a comprender ninguna. Llevaba demasiado tiempo anclada a aquella roca, y su traslado a otro lugar iba a ser inminente. Ella no era consciente del destino que tenían pensado para ella, pero sí notó que aquel día era diferente a todos los que había vivido desde que fue esculpida, haría casi cien años. Era una noche tranquila, una brisa suave mecía el mar, y la luna reflejaba coqueta su imagen sobre la superficie. Ella observaba ensimismada aquel espectáculo, era la primera vez que sus ojos recibían aquel centelleo de luces y sombras. Sus oídos, se dejaban embriagar por la música del oleaje precipitándose contra la roca en la que ella, por primera vez, ya no se encontraba anclada. Un olor cálido y fresco a la vez, no entendía la diferencia pero podía percibir los diferentes matices en el aroma, entraba por su nariz y salía por su boca, dejándole un sabor salado en el pa

La comunidad

Imagen
      Hace unos días, un amigo comentaba en su facebook que se estaba recuperando de una reunión de vecinos. Ese comentario me hizo recordar que hace unos diez años, en la comunidad donde vivía, me nombraron presidenta sin haber presentado candidatura alguna. Era mi primera casa y no entendía bien cómo funcionaba el asunto de las elecciones, aunque me hubiese dado igual entenderlo, pues poco a poco fui descubriendo que allí no existían unos estatutos comunitarios, allí la ley la imponían dos cabecillas, los hombres que vivían en el 4º y 5º izquierda (especifico lo de hombres porque las mujeres casadas no eran bien recibidas en las reuniones vecinales, allí los que asistían eran los machos alfa).       La primera reunión fue toda una experiencia. Los asistentes, como ya he dicho antes, eran hombres, excepto las vecinas del primero que eran una señora viuda y la otra soltera. Así que, como comprenderéis, cuando aparecimos en la reunión mi marido y yo, juntitos en amor y compaña…

Salvando las apariencias...

Imagen
   Supo que volverían a verse, en el mismo momento que se cruzaron en el metro. Ella arrastraba una pesada maleta, mientras buscaba desconcertada la salida que le correspondía. Cuando terminó de consultar el plano callejero de la zona y se disponía a tirar de su maleta para acercarse a la salida, miró contrariada al chico que la observaba sentado en el andén. No entendía por qué aquel tipo al que no había visto en la vida, la observaba con detenimiento y con una ligera sonrisa que, podría jurar, portaba cierto aire de guasa. Le regaló una mirada con el ceño fruncido y cargada de bastante mala leche; a lo que él correspondió con cara de no saber dónde meterse. Hasta ese momento no había sido consciente de que había exteriorizado sus pensamientos.    ―¿Entonces no te quedas a conocer a Mercedes? ―Preguntó Ana, que llevaba una hora, erre que erre, intentando convencerle de que se quedase a cenar con ellos. Sergio vivía en el piso de abajo y, con el tiempo, los tres se hab

Consciencia (Cap. III)

Imagen
Leer antes: Capítulo I y Capítulo II    Caminó tras ella hasta la cocina. Las paredes de aquel largo pasillo estaban empapeladas en tono marrón oscuro y ornamentado con cenefas de estilo antiguo en tonos beige, que le aportaba un aspecto lúgubre. De la cocina salía un aroma cálido de té recién hecho. Sirvió dos tazas que depositó sobre una bandeja, y le invitó a pasar al salón. La decoración de la casa era una mezcla de muebles coloniales que contrastaban con otros de líneas más modernas.    ―Me gustaría saber por qué me has invitado a pasar, no nos…   ―Shhhhh, no lo estropees con preguntas que no tienen respuesta ―le interrumpió ella, mientras se servía dos cucharadas de azúcar y le pasaba el azucarero a su invitado.    ―Tienes una casa muy acogedora.    ―Gracias, aunque a mí no termina de gustarme del todo, no encaja con mi personalidad. Conservo algunos muebles, que han pertenecido a mi familia, por nostalgia, pero soy más partidaria del mobiliario funcional.   

Puente del Ártico

Imagen
   Paseaba distraído por las calles de la ciudad. Todos los días se sentía en un bucle de constante rutina. Se levantaba temprano para atender una pequeña tienda de aparatos electrónicos, que había heredado de su tío, al otro lado de la ciudad. Nunca le había gustado ese trabajo, a pesar de haber pasado casi toda su infancia metido en aquella tienda. Su padre murió cuando él era casi un bebé, y su tío era lo más parecido a un padre que había conocido. Él siempre le animó a mirar alto, por encima de las nubes le decía, y si no lo consigues siempre te quedará esta tienda. A él, al pequeño Sebas, siempre le había interesado la evolución de las especies. Todos los libros que sacaba de la biblioteca trataban de lo mismo. ―La biodiversidad es muy valiosa ―le relataba a su tío, sentado en una silla detrás del mostrador―  cada especie tiene un papel importante en el ecosistema ¿lo sabías? ―y le daba un mordisco al bocadillo, mientras pasaba la página… Sebas acabó licenciándose en Biología.

Como un breve día de otoño

Imagen
      Dejó que su espalda reposara sobre el tronco de un árbol que meses antes se mostraba frondoso junto a la ladera de aquel campo. Durante aquellos días de primavera, había paseado disfrutando de la suave brisa que portaba el olor dulce de las mil y una flores silvestres que iba peinando a su paso, y de los sonidos de la naturaleza entreverados con el silencio de los caminos: invitaba a regocijarse por la ausencia de caminantes.       Alzó la mirada y observó la copa del árbol, vestía un manto de colores entre amarillos y castaños. Las hojas bailaban con el vaivén del viento y alguna, cansada de luchar por mantenerse arraigada a la rama, soltaba su vínculo y caía acompasadamente, planeando con sus anchas alas hasta quedar posada sobre la llanura, encima de otras que, como ella, habían corrido la misma suerte.       Consideró que aquellas hojas que habían luchado por librarse de aquel final ineludible, ahora reposaban tranquilas, sin miedo, sin la responsabilidad de tener

En días de disturbios

Imagen
Cap. anterior: El niño guerrero En “Letras que forman países” nos han pedido que nuestro relato transcurra durante un hecho histórico del país elegido. Kenia no es un país que destaque por sus hechos históricos, así que no he tenido más remedio que quedarme cerquita, en el 2007. La noticia sobre las elecciones y el suceso de Eldoret son reales, sacados de la prensa digital, pero no los personajes ni los detalles narrados por ellos, estos son pura ficción. (No vaya nadie a molestarse, ni a tomar este relato como un suceso de aquellos acontecimientos)    Aquí, en Kenia, he comprobado que el tiempo se detiene, no tiene el mismo ritmo que en otros lugares donde he viajado. Sin embargo cuando estoy fuera durante años, y regreso, sí que soy consciente de ese tiempo que ha pasado; lo encuentro todo diferente, avanzado. Estos cambios aquí se acusan de una forma más estridente, es como un contraste muy marcado entre lo que observo y mis recuerdos, como si los cambios no fuesen paulatinos, s

El último vals

Imagen
   ―¿Bailarás conmigo un último vals?    ―Ya sabes que no sé bailar, te pisaré los pies.    ―No lo harás si te dejas guiar. Es muy fácil. Tú mírame a los ojos y escucha la música.     Era “El vals del emperador”, de Johann Strauss, el que ella eligió para aquella ocasión. Al principio de la pieza musical, la suave melodía hacía que sus cuerpos apenas se movieran del sitio. Según avanzaba la marcha en crescendo, sus cuerpos comenzaron a derrochar toda la energía y a desplazarse de un lado a otro con giros y vueltas.     La melodía permanecía de fondo, pero sus oídos ya no la escuchaban. Entre deslizamientos y giros, mantenían sus cuerpos bien sujetos para no dejarlos escapar, sus ojos no paraban de buscarse, y la mente volcada en aquel instante que no querían ver culminar. Aquella era una despedida a lo grande, no habían dejado nada pendiente, nada que les debiera una próxima vez.     Aquel vals de diez minutos parecía querer terminarse cuando los violines hicieron un solo, pr