Salvando las apariencias...
Supo que volverían a verse, en el mismo momento que se cruzaron en el metro. Ella arrastraba una pesada maleta, mientras buscaba desconcertada la salida que le correspondía. Cuando terminó de consultar el plano callejero de la zona y se disponía a tirar de su maleta para acercarse a la salida, miró contrariada al chico que la observaba sentado en el andén. No entendía por qué aquel tipo al que no había visto en la vida, la observaba con detenimiento y con una ligera sonrisa que, podría jurar, portaba cierto aire de guasa. Le regaló una mirada con el ceño fruncido y cargada de bastante mala leche; a lo que él correspondió con cara de no saber dónde meterse. Hasta ese momento no había sido consciente de que había exteriorizado sus pensamientos.
―¿Entonces no te quedas a conocer a Mercedes? ―Preguntó Ana, que llevaba una hora, erre que erre, intentando convencerle de que se quedase a cenar con ellos. Sergio vivía en el piso de abajo y, con el tiempo, los tres se habían hecho muy buenos amigos.
―Hoy no puedo, tengo una cena pendiente que ya me da vergüenza retrasar más.―Contestó Sergio, que ya no sabía cómo convencer a Ana de que no siguiera insistiendo en su empeño.
―Haces bien en largarte, amigo ―Le recomendó Jesús, que conocía las intenciones celestinas de su pareja― acabará liándote con la petarda de su amiga.
―No le hagas caso, Mercedes no es ninguna petarda. Es un poco seria y seca, pero es buena gente.
―Petarda, feúcha y sin sentido del humor… Vamos, la alegría de la huerta viene a mi casa para pasar una semana.
―Viene por trabajo, tampoco es que vayas a verla a todas horas. Y feúcha no es, no seas bocazas… Digamos que es un poco destartalada, algo cejijunta y con un pequeño problema de acné que disimula con un exceso de maquillaje…
―Lo estás arreglando, Ana ―rió Sergio a coro con Jesús― con amigas como tú, quién necesita enemigos…
―No, es que me he explicado mal, quiero decir que…
―No, no, déjalo, no trates de arreglarlo que cuando te pones a arreglar algo lo estropeas más y lo mismo le sacas más defectos de los que ya tiene la pobre.
―¡Vaya dos! ―contestó Sergio― Me estáis pintando a una mujer que… si no fuese porque tengo una cita, ya estaría inventando una buena excusa para marcharme de inmediato.
―Pues date prisa en largarte ―le contestó Jesús― porque tiene que estar a punto de llegar.
―Me parece fatal, sois unos críos.
―Bueno chicos, ya en serio, os tengo que dejar. Muchas gracias por la invitación y mañana os prometo que me uno a vosotros y me presentáis a la feúcha, ya me ha entrado curiosidad por conocerla aunque tenga que salir después corriendo.
―Podríamos ir a cenar al «Tommy Mel´s», me han hablado muy bien de ese sitio. ―Escuchó proponer a Jesús, mientras se alejaba con Sergio por el pasillo dirección a la puerta.
Ana permanecía en el comedor colocando tres platos y retirando un servicio de cubiertos de la mesa. Cuando Jesús volvió, se echaron a reír sin saber muy bien por qué habían decidido gastarle aquella broma absurda a su amigo.
―¿Se puede saber por qué le has dicho que Mercedes es feúcha, es que no quieres presentársela?
―Pues claro que quiero, pero así será más emocionante. Imagina su cara, con lo tímido que es, cuando se encuentre, sin esperárselo, a una tía tan guapa. Y tú no te has quedado corta, bonita, aportando detalles…
―Era por seguirte el rollo, por un momento pensé que no querías que Sergio se acoplase y me puse de tu parte, para variar.
―Ha salido redondo, ya verás lo bien que lo vamos a pasar.
―Eso si no se raja, de ti puede pensar que estás en plan guasón, pero lo que yo he dicho se lo ha tenido que creer a pies juntillas.
―Mañana le llamo y si le veo con intenciones de rajarse, le convenzo. ¿No tarda mucho Mercedes? Tenías que haberle insistido en lo de recogerla en la estación, vaya una amiga estás hecha.
―Es que es muy cabezona, y dijo que ya era suficiente con invadir nuestra casa. Le insistí todo lo que me permitió antes de decir su última palabra. Si hasta quería irse a un hotel…
En una mesa del «Tommy Mel´s», Ana, Jesús y Mercedes, esperaban impacientes a Sergio que se retrasaba más de lo que acostumbraba. El restaurante era realmente original. Un dinner americano ambientado en los cincuenta, cuya música, de aquellos tiempos también, se podía elegir de una gramola. El personal vestía con uniformes del mismo estilo. Las camareras llevaban minivestidos color rosa, y zapatillas con forma de botas de patín. Parecía que aquel lugar formara parte de un decorado de la película Grease, y que en cualquier momento iban a entrar por la puerta Danny, Sandy y los chicos.
―Hoy no puedo, tengo una cena pendiente que ya me da vergüenza retrasar más.―Contestó Sergio, que ya no sabía cómo convencer a Ana de que no siguiera insistiendo en su empeño.
―Haces bien en largarte, amigo ―Le recomendó Jesús, que conocía las intenciones celestinas de su pareja― acabará liándote con la petarda de su amiga.
―No le hagas caso, Mercedes no es ninguna petarda. Es un poco seria y seca, pero es buena gente.
―Petarda, feúcha y sin sentido del humor… Vamos, la alegría de la huerta viene a mi casa para pasar una semana.
―Viene por trabajo, tampoco es que vayas a verla a todas horas. Y feúcha no es, no seas bocazas… Digamos que es un poco destartalada, algo cejijunta y con un pequeño problema de acné que disimula con un exceso de maquillaje…
―Lo estás arreglando, Ana ―rió Sergio a coro con Jesús― con amigas como tú, quién necesita enemigos…
―No, es que me he explicado mal, quiero decir que…
―No, no, déjalo, no trates de arreglarlo que cuando te pones a arreglar algo lo estropeas más y lo mismo le sacas más defectos de los que ya tiene la pobre.
―¡Vaya dos! ―contestó Sergio― Me estáis pintando a una mujer que… si no fuese porque tengo una cita, ya estaría inventando una buena excusa para marcharme de inmediato.
―Pues date prisa en largarte ―le contestó Jesús― porque tiene que estar a punto de llegar.
―Me parece fatal, sois unos críos.
―Bueno chicos, ya en serio, os tengo que dejar. Muchas gracias por la invitación y mañana os prometo que me uno a vosotros y me presentáis a la feúcha, ya me ha entrado curiosidad por conocerla aunque tenga que salir después corriendo.
―Podríamos ir a cenar al «Tommy Mel´s», me han hablado muy bien de ese sitio. ―Escuchó proponer a Jesús, mientras se alejaba con Sergio por el pasillo dirección a la puerta.
Ana permanecía en el comedor colocando tres platos y retirando un servicio de cubiertos de la mesa. Cuando Jesús volvió, se echaron a reír sin saber muy bien por qué habían decidido gastarle aquella broma absurda a su amigo.
―¿Se puede saber por qué le has dicho que Mercedes es feúcha, es que no quieres presentársela?
―Pues claro que quiero, pero así será más emocionante. Imagina su cara, con lo tímido que es, cuando se encuentre, sin esperárselo, a una tía tan guapa. Y tú no te has quedado corta, bonita, aportando detalles…
―Era por seguirte el rollo, por un momento pensé que no querías que Sergio se acoplase y me puse de tu parte, para variar.
―Ha salido redondo, ya verás lo bien que lo vamos a pasar.
―Eso si no se raja, de ti puede pensar que estás en plan guasón, pero lo que yo he dicho se lo ha tenido que creer a pies juntillas.
―Mañana le llamo y si le veo con intenciones de rajarse, le convenzo. ¿No tarda mucho Mercedes? Tenías que haberle insistido en lo de recogerla en la estación, vaya una amiga estás hecha.
―Es que es muy cabezona, y dijo que ya era suficiente con invadir nuestra casa. Le insistí todo lo que me permitió antes de decir su última palabra. Si hasta quería irse a un hotel…
En una mesa del «Tommy Mel´s», Ana, Jesús y Mercedes, esperaban impacientes a Sergio que se retrasaba más de lo que acostumbraba. El restaurante era realmente original. Un dinner americano ambientado en los cincuenta, cuya música, de aquellos tiempos también, se podía elegir de una gramola. El personal vestía con uniformes del mismo estilo. Las camareras llevaban minivestidos color rosa, y zapatillas con forma de botas de patín. Parecía que aquel lugar formara parte de un decorado de la película Grease, y que en cualquier momento iban a entrar por la puerta Danny, Sandy y los chicos.
Estaban pidiendo una segunda ronda de bebidas cuando vieron subir a Sergio por la escalera. Ana y Jesús se miraron atónitos y Jesús no pudo reprimir una carcajada por el atuendo de su amigo. Lucía un aspecto un tanto extraño. Llevaba el pelo peinado como si le hubiese estado lamiendo una vaca durante tres horas seguidas. Se había despojado de las lentes de contacto y, en su lugar, llevaba unas gafas que perfectamente le podría haber tomado prestadas a su tatarabuelo. El vestuario no mejoraba su apariencia, parecía que hubiese asaltado el armario de los Alcántara en la primera temporada de la serie. Quizá podría decirse que entonaba algo con la temática del local, pero no con el resto de los comensales.
Jesús hizo las presentaciones entre Mercedes y Sergio, este último, cogió la mano de Mercedes y le besó el dorso. Mercedes, que seguía de pie, en vez de tomar de nuevo su asiento, le hizo a Ana un gesto para que la acompañase al aseo.
―¿Se puede saber de dónde habéis sacado a este tío? ―Le preguntó a su amiga, con cierto aire de indignación.
―Normalmente no va así, créeme.
―¿A no? ¿Y hoy qué va, disfrazado?
―Pues sí, no lo entiendo, pero sí, así es.
―Venga Ana, que nos conocemos desde el colegio… ¿Qué pasa, que os da miedo que me quiera quedar más tiempo de la cuenta en vuestra casa y me habéis traído a un friqui para espantarme?
―Que no, de verdad, que Sergio es un tío guapísimo y de friqui no tiene un pelo.
―Pues lo disimula muy bien, guapa… Yo ceno y me largo… Y encima va y me besuquea la mano ¡Será hortera el tío moñas!
―No seas boba, ya verás que todo es falso, ahora cuando salgamos seguro que nos aclara la broma. Y que sepas que en mi casa te puedes quedar todo el tiempo que quieras, si no me apeteciese te habría dejado marcharte a un hotel, y tampoco tengo ningún problema para echarte sin rodeos si decides instalarte en ella más tiempo de la cuenta.
En la mesa del restaurante, la conversación era parecida a la del aseo…
―Eres la monda, tío, cuando dijiste esta mañana que me iba a sorprender cuando te viese, no podía imaginar hasta qué punto.
―¿No decíais que era feúcha? ¡La leche, qué vergüenza! Me he puesto así para no desentonar con ella, ya os vale. Pues la chica me gusta. ¿Tú crees que tendré alguna oportunidad con ella?
Jesús se echó a reír a carcajada limpia y le contagió a Sergio, en ese momento sintieron a sus espaldas las miradas inquisitivas de sus acompañantes.
―¿Se puede saber a qué estáis jugando vosotros dos? ―Preguntó Ana, que empezaba a sospechar que la broma había sido tramada por los dos amigos.
―A nada, no te enfades, nos reíamos de un chiste, en serio ―Le contestó Jesús, tratando de aguantar la risa.
―¿Y se puede saber por qué has traído tú esa pinta? ―Le inquirió a Sergio, mientras ocupaba su asiento y cogía de nuevo la carta.
―¿Esta pinta? ¿Ana, de qué hablas? Nunca habías criticado mi aspecto, no te creía tan superficial.
―Bueno está bien ―Intervino Mercedes― Vamos a pedir la cena, hay mucha gente esperando mesa y empiezan a mirarnos con mala cara.
Durante la cena, Sergio parecía sentirse muy cómodo, estuvo pendiente de Mercedes en todo momento, intentando que se sintiese cómoda a pesar de los desaires de ella, que por el contrario, parecía que quisiera terminar la cena cuanto antes para quitarse de en medio, y en más de una ocasión sacó a relucir que al día siguiente le esperaba un día complicado y tenía que revisar algunos documentos. Jesús, intentando ayudar a su amigo y adoptando, en este caso, las artes casamenteras de su pareja, trató de convencerla para que se tomase, al menos, una copa con ellos, a lo que al final Mercedes no supo negarse. Ana miraba a Sergio inquisitivamente, como si quisiera leerle el pensamiento y averiguar por qué razón había actuado de aquella forma tan infantil.
La cena transcurrió sin sobresaltos. Al salir del restaurante, decidieron tomar una copa en un sitio llamado «The Irish Rover» que les pillaba de paso. Jesús y Ana iban delante comentando la jugada. Jesús le prometió a Ana que él no había tenido nada que ver con aquella ocurrencia de Sergio. Ninguno de los dos entendía por qué se había comportado de aquella forma, era un chico tímido y no acostumbraba a tener aquellos arranques de espontaneidad teatral. Se sintieron un poco culpables por comenzar aquella broma, pensaron que Mercedes y él podrían haber hecho una bonita pareja. Pero a Mercedes se la veía bastante reacia a darle cualquier tipo de oportunidad, se había pasado la cena ignorándole, a pesar de que Sergio trataba de llamar su atención por todos los medios.
Sergio, que durante ese corto trayecto caminaba detrás de sus amigos junto a Mercedes, pensaba que podría acostumbrarse a la compañía de esa mujer tan espontánea, que no dudó un segundo en hacerse su cómplice cuando, el día anterior, se acercó a ella para proponerle aquella broma. Ahí tan solo eran dos desconocidos en el metro.
Mercedes, en ese mismo instante, mientras paseaba en silencio junto a Sergio, pensaba en el momento en que se conocieron. Le gustó nada más cruzarse con él, cuando se hizo la remolona para mirar disimuladamente el plano callejero de un lugar que ya había visitado más veces. Cuando aún no sabía que volverían a verse de nuevo.
(Inspirado en mi frase: "Supo que volverían a verse, en el mismo momento que se cruzaron en el metro" para el cuentacuentos)
Vaya par de dos, qué bueno xDDD Esa escena de la cena sería para verla en directo jajajajaja =D
ResponderEliminarBesotes^^
jajajajajaja, cuando te sale la vena gamberra...
ResponderEliminar;)
ResponderEliminarMi opnión la sabes de sobra ;) pero la institutriz dice que te diga que te sobra el último "en el metro" XDDD
ResponderEliminarTe pensarás lo de la ampliación ¿verdaaaaaaaaad??
Dile a la institutriz que estoy encantada de que aparezca de nuevo con sus correcciones ;) y dile que también esperaba algo como: Veo que estás tomando nota con el enlace de los guiones ¬¬
ResponderEliminarEn cuanto a la almpliación... ufff no sé yo eh? jajajajaja
Si le digo eso le doy pie a que te diga que estás usando mayúsculas sin usar puntos xd
ResponderEliminarjajajjajaj te avisé de que era muuuuuy complicado jajajja
He de reconocer que lo leí por encima jajaja pero tranquila que pienso estudiar el tema a fondo ;)
ResponderEliminarVale, pues después me lo explicas a mí jajajjaja
ResponderEliminarPicaresca y flechazo en un relato :) donde la movilidad de personajes y escenario le da un gran dinamismo.
ResponderEliminarMuy buena moraleja de que las apariencias no hay que dejarlas gobernar.
y a disfrutar de la Feria!
Gracias Carlos, y que la disfrutes también tu ;)
ResponderEliminar¡Menos mal! No entendía nada. Me ha gustado y sorprende: dejas en suspenso el encuentro en la estación. Al final se aclara el asunto... Me ha gustado, pero quizá la explicación final habrías tenido que hilarla un poco mejor. Se entiende sí, pero me da la sensación como si hubiese un giro demasiado brusco. El último párrafo es concluyente, pero parece desligado en cierto modo del resto del texto.
ResponderEliminar¡Puf borra esto si quieres! Es sólo una percepción mía y la verdad es que no atino a explicarlo con claridad.
Un besazo, guapa.
Eyyyy, este no está en lo de "He publicado" del cuentacuentos ¿no?
ResponderEliminarPd; O.o ¿Carlos también es malagueño???? pos nada, beberos una (cada uno) a mi salud XDDDD
Sechat: Ni se te pase por la cabeza que voy a borrar tu comentario, cada uno tiene su opinión y para ello están los comentarios ;)
ResponderEliminarAngelical: No está?? a ver si es que me olvidé de publicarlo, luego le echo un vistazo.