Senderos de papel (Cap. III)
El mundo a sus pies ―Hola mamá, no sé si voy a poder hablar mucho contigo, es que estoy en una cafetería y he quedado para tomar café con Israel. No me apetece que siempre se trague nuestras conversaciones. ―Hola hija, parece que nunca doy con el momento acertado ¡Mira que eres arisca! Cuando no estás en el trabajo, es que no estás sola... ―Lo siento, ya sabes que soy un poco brusca pero es que la vida aquí es mucho más ajetreada que allí. Aquí se vive con un cronómetro insertado en la cabeza. ―¡Qué tonterías tienes Adela! ¿Y qué tal en la oficina, que nunca me quieres contar nada? ―Todo bien mamá. No te cuento nada para no aburrirte. Allí como siempre, todo el día de papeleos, llamadas... ¡Es un no parar! ¿Y por allí qué tal? ―Todos bien. La abuela te manda un beso. Y dice que te cortes un poco el pelo, que cuando estuviste aquí te vio más flaca y con el pelo tan largo ni se te ve la cara. Tu prima dice que la próxima vez que vengas, se va con