La chica del vestido verde
Se bajó del taxi algo confundida, la dirección que llevaba apuntada era correcta, pero en vez de ser un restaurante el cartel de la fachada rezaba: Biblioteca.
Aquella cena a la que se dirigía fue planificada unos cuantos años atrás. Un día, un amigo que creía fielmente en el destino le propuso una invitación, se trataba de cenar en un restaurante de una ciudad lejana y en una fecha futura, varios años más tarde. Ella no creía en el destino ni pensaba que las cosas sucedían porque tienen que suceder, sino que son fruto de la casualidad y las decisiones tomadas en cada instante. Acordaron aquel día que si, yendo cada uno por su cuenta a la cena y sin avisarse de antemano, esa cena se efectuaba en aquel restaurante acordado y el día señalado; ella creería en el destino. Y de no celebrarse, él creería en las casualidades.
Una sonrisa maliciosa quiso venir a su rostro al recordar aquel pacto mientras leía "Biblioteca" en el cartel. En el fondo se sentía desilusionada por perder la cena, pero también pensaba que no tendría precio ver la cara de su amigo ante aquella derrota de su destino.
Se preguntó si él estaría dentro de la biblioteca buscándola, pues pasaban quince minutos y era raro que no se encontrase allí en la puerta. Decidió subir a mirar, al ver que aún quedaban treinta minutos para el cierre, segura de que él la esperaría fuera si no se encontraban dentro.
La bibliotecaria la miró de arriba a abajo un poco intrigada por el atuendo de aquella rezagada lectora, que vestía unas sandalias de tacón y un vestido de color verde. Ella a su vez miró a la bibliotecaria con desconfianza, el parche del ojo izquierdo, la verruga debajo de la nariz y el semblante malhumorado, proporcionaban al conjunto una apariencia de bruja de cuento.
Le preguntó si entró un chico con vaqueros y camisa blanca, que era lo que su amigo solía ponerse para las cenas; a lo que contestó de mala gana, que ese era un atuendo muy común allí y que quizás sería mejor idea que su amigo la buscase a ella. Aún así permitió que entrase a mirar, no sin antes recordarle que en breve cerraría.
La biblioteca era enorme y aunque era de nueva construcción, guardaba una apariencia de aire antiguo conservando el característico olor de la madera mezclado con el de los libros. Los pocos lectores que se encontraban en las mesas, no dudaron en echarle miradas de reprobación a la chica del vestido verde, por el ruido que emitían sus tacones. Decidió quitárselos y buscar descalza, así además tardaría menos.
Por otro lado, la bibliotecaria vio entrar a un chico moreno vestido con pantalón vaquero y camisa blanca. Enseguida se dio cuenta de que aquel debía de ser a quien buscaba la chica del vestido verde. Lo vio reflejado en su mirada, era la misma que traía ella. Entonces se dirigió al chico y le indicó que ella estaba dentro, sin darle tiempo ni a preguntar. Sorprendido por la información recibida, aprovechó para preguntarle por el antiguo restaurante, y como le encantaba enrollarse con desconocidos, se entretuvo también contándole todos los detalles de aquella cena truncada.
La chica del vestido verde, mientras tanto, aburrida de esperar, se encontraba sentada en el suelo con los zapatos abandonados en la otra punta del pasillo, enfrascada en la lectura de un libro, y sin reparar en que estaba completamente sola. Al rato dejó el libro en el suelo y empezó a preocuparse pensando que su amigo se olvidó de la cena y la dejó tirada. Un rato antes, al ver que no estaba la bruja en su mostrador, se asomó a la calle por si esperaba fuera. Eran treinta minutos de retraso, así que cogió sus zapatos y guardando el libro en su sitio decidió marcharse.
Una sensación extraña provocó que parase de caminar y mirase atrás. Allí, en la pared del fondo del pasillo se proyectaba un parpadeo de sombras. Dio la vuelta y con el corazón en un puño por el miedo que le producía aquel silencio, sólo faltaba que se le apareciese de golpe la bruja del parche para matarla allí mismo de un infarto, se fue acercando al lugar de donde procedía la luz.
Al doblar la esquina se topó con un precioso espectáculo. Una improvisada cena reposaba sobre una de las mesas de lectura, con pizza, velas y una botella de vino con dos copas. Y allí se encontraba también su amigo, con una enorme sonrisa, esperándola para cenar. Su corazón seguía amenazando con batir el récord de pulsaciones por minuto. Observó que al fondo la bibliotecaria se disponía a marcharse y le guiñó el ojo visible a la chica del vestido verde, a quien en ese momento se le antojó aquella señora del parche, como una especie de duendecilla buena salida de alguno de aquellos libros de las estanterías.
El primer brindis de la noche selló un nuevo pacto que dejaría todo tal y como estaba, él seguiría creyendo en el destino y ella, por su parte, en las casualidades. Aquella cena no podía encontrarse bajo un clima más perfecto. Arropados por los libros, el silencio y la luz de las velas, pasaron una velada inolvidable.
Aquella cena a la que se dirigía fue planificada unos cuantos años atrás. Un día, un amigo que creía fielmente en el destino le propuso una invitación, se trataba de cenar en un restaurante de una ciudad lejana y en una fecha futura, varios años más tarde. Ella no creía en el destino ni pensaba que las cosas sucedían porque tienen que suceder, sino que son fruto de la casualidad y las decisiones tomadas en cada instante. Acordaron aquel día que si, yendo cada uno por su cuenta a la cena y sin avisarse de antemano, esa cena se efectuaba en aquel restaurante acordado y el día señalado; ella creería en el destino. Y de no celebrarse, él creería en las casualidades.
Una sonrisa maliciosa quiso venir a su rostro al recordar aquel pacto mientras leía "Biblioteca" en el cartel. En el fondo se sentía desilusionada por perder la cena, pero también pensaba que no tendría precio ver la cara de su amigo ante aquella derrota de su destino.
Se preguntó si él estaría dentro de la biblioteca buscándola, pues pasaban quince minutos y era raro que no se encontrase allí en la puerta. Decidió subir a mirar, al ver que aún quedaban treinta minutos para el cierre, segura de que él la esperaría fuera si no se encontraban dentro.
La bibliotecaria la miró de arriba a abajo un poco intrigada por el atuendo de aquella rezagada lectora, que vestía unas sandalias de tacón y un vestido de color verde. Ella a su vez miró a la bibliotecaria con desconfianza, el parche del ojo izquierdo, la verruga debajo de la nariz y el semblante malhumorado, proporcionaban al conjunto una apariencia de bruja de cuento.
Le preguntó si entró un chico con vaqueros y camisa blanca, que era lo que su amigo solía ponerse para las cenas; a lo que contestó de mala gana, que ese era un atuendo muy común allí y que quizás sería mejor idea que su amigo la buscase a ella. Aún así permitió que entrase a mirar, no sin antes recordarle que en breve cerraría.
La biblioteca era enorme y aunque era de nueva construcción, guardaba una apariencia de aire antiguo conservando el característico olor de la madera mezclado con el de los libros. Los pocos lectores que se encontraban en las mesas, no dudaron en echarle miradas de reprobación a la chica del vestido verde, por el ruido que emitían sus tacones. Decidió quitárselos y buscar descalza, así además tardaría menos.
Por otro lado, la bibliotecaria vio entrar a un chico moreno vestido con pantalón vaquero y camisa blanca. Enseguida se dio cuenta de que aquel debía de ser a quien buscaba la chica del vestido verde. Lo vio reflejado en su mirada, era la misma que traía ella. Entonces se dirigió al chico y le indicó que ella estaba dentro, sin darle tiempo ni a preguntar. Sorprendido por la información recibida, aprovechó para preguntarle por el antiguo restaurante, y como le encantaba enrollarse con desconocidos, se entretuvo también contándole todos los detalles de aquella cena truncada.
La chica del vestido verde, mientras tanto, aburrida de esperar, se encontraba sentada en el suelo con los zapatos abandonados en la otra punta del pasillo, enfrascada en la lectura de un libro, y sin reparar en que estaba completamente sola. Al rato dejó el libro en el suelo y empezó a preocuparse pensando que su amigo se olvidó de la cena y la dejó tirada. Un rato antes, al ver que no estaba la bruja en su mostrador, se asomó a la calle por si esperaba fuera. Eran treinta minutos de retraso, así que cogió sus zapatos y guardando el libro en su sitio decidió marcharse.
Una sensación extraña provocó que parase de caminar y mirase atrás. Allí, en la pared del fondo del pasillo se proyectaba un parpadeo de sombras. Dio la vuelta y con el corazón en un puño por el miedo que le producía aquel silencio, sólo faltaba que se le apareciese de golpe la bruja del parche para matarla allí mismo de un infarto, se fue acercando al lugar de donde procedía la luz.
Al doblar la esquina se topó con un precioso espectáculo. Una improvisada cena reposaba sobre una de las mesas de lectura, con pizza, velas y una botella de vino con dos copas. Y allí se encontraba también su amigo, con una enorme sonrisa, esperándola para cenar. Su corazón seguía amenazando con batir el récord de pulsaciones por minuto. Observó que al fondo la bibliotecaria se disponía a marcharse y le guiñó el ojo visible a la chica del vestido verde, a quien en ese momento se le antojó aquella señora del parche, como una especie de duendecilla buena salida de alguno de aquellos libros de las estanterías.
El primer brindis de la noche selló un nuevo pacto que dejaría todo tal y como estaba, él seguiría creyendo en el destino y ella, por su parte, en las casualidades. Aquella cena no podía encontrarse bajo un clima más perfecto. Arropados por los libros, el silencio y la luz de las velas, pasaron una velada inolvidable.
Y como acaban los cuentos, colorín colorado...
(Escrito para "El decimoquinto reto general", de Nuncajamás)
¡ Felicidades! Me ha parecido precioso y el argumento super atrayente. Pero te digo algo... yo lo hubiera estirado y estirado.... el encuentro daba para más.... jajaja. Se ha acabado muy pronto¡ que tacaña has sido!
ResponderEliminarME ENCANTÓ!!!
ResponderEliminarQUE HISTORIA MÁS CHULA....ESTOY PENSANDO EN REPRODUCIRLA..JAJAJA
ESTOY DEACUERDO CON TU AMIGA, ME QUEDÉ CON GANAS DE MÁS....
UN BESO ESCRITORA!
¿¿Reproducirla?? jajajaja Te veo a partir de ahora de verde en tus citas. Pues te sentaría genial, que quieres que te diga. Aunque el de la foto es difícil de encontrar, para mi gusto es uno de los más bonitos de Hollywood ;)
ResponderEliminaruy que raro.Encontre esta historia porque hace dias que sueno que estoy usando un vestido verde y hay como una fiesta alrededor de mi. Buena historia.
ResponderEliminarGracias. Qué curioso tu sueño, deberías hacerlo realidad a ver qué pasa... En la próxima fiesta que tengas atrévete con el verde ;)
ResponderEliminarUn saludo!
pues curiosamente yo e hecho una cancion con ese título, casualidad? me a gustado mucho y tb pienso que da para mas, un saludo!
ResponderEliminarPues si tienes tu canción por ahí en la web y no te importa compartir el enlace, me gustaría escucharla.
ResponderEliminarSaludos