Baker Street Station
Le miraban con fingida lástima al depositar las monedas en la funda de su violín mientras tocaba.
—¡No estoy loco! —murmuraba, ajeno a su indumentaria—. Sólo esperamos el tren que nos llevará a nuestro tiempo, ¿verdad Watson?
El perro lo miró y continuó durmiendo sobre el andén.
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