¿Por qué el cartero siempre llama a mi casa?
Al menos, todo hay que decirlo, nunca llama dos veces…
Yo tengo dos teorías: que pulsa por sistema a todos los botones del portero automático, aunque lo raro es que cuando contesto sólo escucho mi ¿Quién es?... o que por las mañanas soy la única habitante de mi bloque y ya me ha calado, ahorrándose así pulsar el resto. A veces, cuando sube a traerme una multa o cualquier otra carta certificada, me dan ganas de preguntárselo, por curiosidad más que nada, pero nunca lo hago, no vaya a ser mal interpretada mi pregunta.
Cuando llaman los del buzoneo, siempre les abro la puerta, me recuerda a mi época de estudiante, cuando realizaba ese tipo de trabajos, muy odioso la mayoría de las veces, porque la gente es muy poco agradable cuando se les pulsa al telefonillo… Recuerdo que solía empezar pulsando los botones de los pisos más altos, no sé si es que me daba miedo que los del bajo me abriesen cara a cara y con cierta mala leche por el momento inoportuno de mi visita, pero era una técnica que llevaba a rajatabla. Quizá es por eso que el cartero llama a mi puerta, porque vivo en un quinto… lo mismo esa técnica viene subliminalmente inscrita en algún manual de usuario.
El otro día un “buzoneador” llamó a mi telefonillo a las 16h. justo cuando acababa de quedarme frita en el sofá. Como ya he dicho antes, yo suelo ser solidaria con su trabajo, pero si me despiertan con un sobresalto, suelo gastar muy mala uva, y me vuelvo bastante ecológica, diciéndoles que estamos en el siglo XXI y que hagan el favor de pensar en el medio ambiente, que la publicidad se envía por internet o por la tele… Aunque si se trata del catálogo de Ikea, me disminuye la fiebre ecológica y vuelve mi solidaridad con el gremio repartidor de buzoneo.
Esta mañana se presentó en mi puerta de arriba, una comercial del círculo de lectores. Yo prometo que intento ser paciente y amable con ellos… Le entregué la mejor de mis sonrisas cuando dije: “No gracias, no estoy interesada.” Pero ella creo que se puso unos tapones invisibles para no escucharme, porque abrió una revista y se puso a enseñarme su contenido. Entonces, continuando con mi sonrisa, como si se tratara de un anuncio de Colgate, contesté diciendo: “No gracias, me gusta comprar mis libros en las librerías y poder tocarlos…” Y ella, que no sé si había cambiado sus tapones por unos auriculares con música en estéreo, insistió en la diversidad de títulos que ofrece la revista, la actualidad literaria en mis manos, y no sé qué más ventajas. A mí, que la sonrisa se me estaba empezando a congelar, y más que un anuncio de Colgate, parecía que me había pasado con el Corega y se me habían pegado los labios a los dientes, se me estaban hinchando las narices y le solté que en realidad no leía casi nada, y que no le compensaba perder su maravilloso tiempo conmigo, ni a mí tener una revista literaria… ¿Y qué creéis, que desistió? Pues creéis bien, siguió erre que erre, volvió a abrir la puñetera revista y yo que ya no sabía cómo quitármela de encima, le arranqué la revista de las manos, ya vería lo que haría luego con ella, y cuando intentaba cerrar la puerta y despedirme, me dijo que no, que tenía que suscribirme… Y a mí que ya la única sonrisa que me quedaba era la que le enseñó Cachuli a la Pantoja: “Dientes, dientes, que es lo que más jode…” Mi paciencia rozaba sus límites, pero decidí volver a la frase amable del principio, ahogando mis ganas de también haberle dicho cuatro cosas, entre ellas que si cuando bajase al portal se encontraba con el cartero, le dijese que si se le ocurría llamar hoy a mi puerta, más le valía que fuera porque traía una carta o un paquete olvidado de los reyes magos.
El problema es que era del círculo de lectores, no del círculo de escuchadores :-P
ResponderEliminarSalu2
porque usted vive en el primero primera... como yo
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Markos: Yo creo que si me hubiese suscrito, me hubiese escuchado hasta cantar coplas encantada, porque anda que no se vuelven pelotas en el momento que te ven un poco interesados... Luego me da pena, no te creas, pero si te guias por la pena, te ves apuntado hasta en una asociación de esas de religiosos con la chapita o vete tú a saber...
ResponderEliminarSeñor Gilipollas: Creo que se ha perdido en alguna parte del texto donde se explicaba que soy la del quinto. No la de los rulos, sino la del otro lado, la que no da al patio.
Un saludo!
yo soy del tercero y siempre me toca a mí jajajajaj supongo que es porque mi tecla está justo en el centro de todas (si no no lo entiendo)
ResponderEliminarme he deshuevado con lo de Corega xDD
¡Vaya! y yo que me sentía especial porque el cartero siempre llamaba a mi puerta... ahora va a resultar que tengo razón en la primera de mis teorías.
ResponderEliminarTe entiendo, es lo que tiene vivir en el quinto, que es el piso donde todos llaman xD
ResponderEliminarUn besote^^
Y qué pasa con el sexto y el séptimo ichironauilla!!! jajajaja son los intocables o qué??? :P
ResponderEliminarYo también vivo en el quinto.... pero yo si que oigo los ecos del ¿ quién es? sonando de todas las casas cuando llaman al automático. Al menos así estás prevenida de que alguien va a subir... pero como ya pasé la fase de abrir sonriente la puerta y pasar por tu experiencia he pasado al plan B, andar de puntillitas, asomarme por la mirilla y hacerme la invisible... Por cierto me acabas de dar una idea morrocotuda jajaja... como siempre.
ResponderEliminarRecuerdo que una vez con los pesados de Ono hice tu plan B, era por la tarde y no me apetecía nada abrir, entonces empezaron los niños, en el pasillo, a grito pelao: ¿quién es mamá? ¡Pero abre la puerta!! ¿por qué no abres???...
ResponderEliminarMe alegro de haber despertado tu inspiración, a ver si movemos esto, que me encanta leeros. El lunes si te veo te comento un truquillo para el blog, recuerdamelo si se me pasa.
Besotes.
Si te sirve de consuelo, a mi casa también llama siempre. Besos.
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