¿Te apetece un día redondo?


    Se levantó malhumorada y con el pie izquierdo en alerta. La noche había sido calurosa, y el alboroto de la gente en las terrazas junto con el ruido de los coches, la habían desvelado hasta altas horas de la madrugada. No se le podía pedir más a un lunes tedioso.

    Cuando entró en la cocina, encontró a Jaime tomando café y unos donuts, mientras leía un catálogo de productos del supermercado. Se preparó un café y se sentó a su lado sin decir una sola palabra.

   ―¿Te apetece un donuts?
   ―No, gracias.
   ―¿No vas a tomar nada, sólo el café?
   ―Sí, sólo el café.
   ―¿A caso no te apetece tener un día redondo?
   ―Déjate de chorradas, ya sabes que por las mañanas no estoy de humor.

    Ahí acabó la conversación. Sin más dilación, cada uno terminó su desayuno y, cuando habían terminado de arreglarse, salieron de casa para realizar sus rutinas habituales. Ella cogió el autobús para ir al centro de la ciudad y él cogió su coche, para ir al trabajo.

    Cuando llegó al centro se dio cuenta de que se había dejado el bolso en el autobús, así que se presentó en la oficina de transportes más cercana, para que avisasen al conductor, si no era ya demasiado tarde. Le dijeron que en cuanto terminase la ruta, lo encontrasen o no, se pondrían en contacto con ella.

    Decidió volver a casa, sin bolso, tarjetas, ni dinero... no pintaba nada allí. Pero no sabía cómo volver, no tenía ni una sola moneda en el bolsillo para hacer una llamada o para comprar un billete de vuelta.

    Al otro lado de la calle, en una cafetería que hacía esquina, vio al marido de Blanca, una amiga suya, sentado en una mesa tomando un café. Le hizo un gesto con la mano mientras esperaba a que el semáforo se pusiese en verde para los peatones y poder cruzar hasta la cafetería. Él no se dio cuenta de su saludo, y siguió tomando su café. Se sintió aliviada, él podría acercarla a su casa. Cuando el semáforo se puso en verde y comenzaba a caminar, una chica pasó corriendo por su lado y casi se la lleva por delante, iba a reprender su acción cuando vio que la chica ya había cruzado, y se había sentado en la mesa del marido de su amiga, plantándole un beso en los morros.

    Se quedó petrificada en mitad de la calle, no sabía si tirar para adelante o volver para atrás. Los coches que esperaban comenzaron a pitarla porque ya estaba el semáforo abierto; y ella, presa del pánico, para no ser descubierta por ellos, salió corriendo hacia atrás y se alejó de la zona.

    No sabía qué hacer, vaya mañanita estaba teniendo. Ahora, más que pensar en el problema de cómo llegar a su casa, le preocupaba el haber descubierto aquella historia «¡Maldita sea! Esto ha tenido que ser por no comerme el puñetero donuts»,pensó.

    Volvió a la oficina de transportes y les contó su problema, el de no poder volver a casa, cosa que resolvieron amablemente, entregándole un billete de autobús.

    Estuvo todo el día dándole vueltas a lo sucedido en el centro. No sabía cómo actuar ante aquella situación. A última hora de la tarde recibió una llamada de la oficina de transportes diciéndole que habían encontrado su bolso y que se pasase a recogerlo. Quedó en hacerlo al día siguiente a primera hora, y después llamó a Blanca para quedar después de recogerlo, y desayunar juntas. Había llegado el momento de ejercer de buena amiga y contarle lo que había visto.

    Fueron a una cafetería que estaba cerca del trabajo de Blanca, como no había mesas disponibles se sentaron en la barra, y pidieron un café cada una.

   ―Qué mala suerte lo de tu bolso, ¿no? Menos mal que apareció.
   ―Sí, menos mal. ¿Qué tal te va con Andrés?
   ―Muy bien, como siempre, ¿y tú con Jaime?
   ―Yo también, como siempre.
   ―¿Te puedo hacer una pregunta?
   ―Claro, mujer, qué cosas tienes.
   ―Si tú vieses al novio de una amiga con otra, ¿qué harías?
   ―No lo sé, eso son cosas muy difíciles de plantearse... Si sólo son novios, o si llevan poco tiempo... no sé, habría que tener toda la información.
   ―Esto es solo una suposición, ¿eh? Y si tú fueras la amiga ¿Te gustaría saberlo?
   ―Pues depende, si la cosa es seria sí, si es una tontería... ojos que no ven, corazón que no siente.
   ―¿Y cómo sabes si una cosas es seria o es una tontería?
   ―¡Ay chica, qué pesada estás! ¿A quién has visto? ¡A mí no me engañas!
   ―A nadie, sólo era una suposición. Vamos a cambiar de tema. ¡Toma un donuts, anda, que dicen en la tele que van muy bien!

Comentarios

  1. ¡ Anda que no! ¡Pero si hasta yo pensaba que mis dias grises los provocaban la falta de donuts!... ¿Y qué más dan los kilos de más si la vida te sonríe después de un rosquito de esos?
    ¿Y tu prota qué pretende? ¿que también provoque amnesia....? jajaja El relato te ha quedado ¿redondo?

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  2. Yo creo que mi prota piensa enviarle todas las mañanas una caja de donuts a su casa, con una nota que diga "El marido ni que se acerque a ellos" jajajaja.

    Ahora lo que me preocupa es como un día se me ocurra invitar a alguna amiga a desayunar unos donuts... lo mismo me manda a la mierda y se va corriendo a darle dos guantazos al marido jajajajaja.

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  3. Anónimo19/7/10

    Hay días que es mejor atiborrarse de donuts en la cama.
    Salu2

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  4. Esa es una idea estupenda ;)

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