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Aquellos días de verano

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      Nunca volví a tener amigos como los que tuve cuando tenía doce años , decía el estribillo de aquella canción que bailaban sin parar aquel verano, el último que pasarían así, como una piña que había luchado unida, enfrentándose a los límites impuestos por sus padres e incluso los de la propia sociedad.       Contaban por aquel entonces con diecisiete años. Llevaban juntos formando esa piña desde principios de la adolescencia, cuando los cambios hormonales llamaron a sus puertas y los juegos infantiles de pelota, muñecas y calle, pasaron a ser sustituidos por juegos de besos, caricias y alguna que otra gamberrada. Aquel grupo estaba formado unas veces por cinco, otras por seis, pero la base eran cuatro, Rubén, Carlos, Marta y Rebeca.       Seremos amigos para siempre, se prometían dentro del coche que Carlos le había cogido a su padre, sin permiso, divagando sobre el futuro que les esperaba, soñando despiertos a conducir sus caminos de una forma paralela en la que los cuatro si

Números infinitos

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Uno es el resultado de dos cuerpos que están fundidos Dos es la suma perfecta cada vez que estás conmigo Tres son los secretos que guardan tus ojos rendidos Cuatro son los brazos que se enredan para quedar unidos Cinco son los minutos que me adelanta tu reloj confundido Seis son las promesas que jamás hemos cumplido Siete son los deseos que como pecados se han escondido Ocho son los días que me gusta soñar contigo Nueve canciones guardan los recuerdos de un principio Diez palabras describiendo a diez números infinitos

¿Cuánto queda para la telemedicina?

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      El otro día leí esta noticia en Internet sobre la telemedicina y reclamó mi atención. Al principio pensé que se trataba de un programa televisivo del tipo “Saber vivir” que a las señoras de cierta edad, incluidas mi madre y mi abuela, les encantan. Eso junto con recetarse la una a la otra, a las vecinas y a todo el que se encuentran, es uno de sus hobbies preferidos. Cuando voy de visita lo temo, en cuanto me notan algo raro, diez pecas más de la cuenta o el rímel un poco desmarcado por debajo del ojo, ya están ahí con su consejo del saber vivir: ¿Tú te hidratas niña? Porque en "Saber vivir" han dicho que hay que tomar zumo de piña con coco, leche y azúcar, que es lo mejor para hidratarse en verano. ¿Y omega-3? ¿tomas omega-3?  Que sólo les falta contarme su fórmula química estructural con sus dieciocho carbonos y usar el nombre de ácido linolénico... ¿Y no estás muy flaca? Tienes que ir a hacerte una revisión a ver si vas a tener la enfermedad de Gaucher. ¿La enferm

Un mundo de papel

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     Paseaban por la vida sobre un mundo de papel. Eran los príncipes de los cuentos, los villanos de las historias, los soldados de un ejército o los protagonistas de una obra. Mientras paseaban por su mundo de papel podía ocurrir cualquier cosa, no había un guión establecido, ni normas, ni compromisos, sólo las ganas de soñar. Los paseos podían comenzar con una pregunta o simplemente entrelazando unas cuantas palabras o enredándolas con silencios, para finalmente terminar aquel paseo en el mismo punto donde lo habían comenzado. De vez en cuando las palabras se les iban de las manos, y terminaban discutiendo por una mínima tontería que había comenzado como un juego infantil. Pero la mayoría de las veces, los paseos eran infinitos, podían empezar en un país y terminar en otro continente. Les encantaba coger flores por el camino, tumbarse a mirar las estrellas, o escapar... a veces tardaban años en encontrarse de nuevo. Con frecuencia se planteaban dejar aquel mundo de papel, hac

¿Te apetece un día redondo?

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    S e levantó malhumorada y con el pie izquierdo en alerta. La noche había sido calurosa, y el alboroto de la gente en las terrazas junto con el ruido de los coches, la habían desvelado hasta altas horas de la madrugada. No se le podía pedir más a un lunes tedioso.     Cuando entró en la cocina, encontró a Jaime tomando café y unos donuts, mientras leía un catálogo de productos del supermercado. Se preparó un café y se sentó a su lado sin decir una sola palabra.    ―¿Te apetece un donuts?    ―No, gracias.    ―¿No vas a tomar nada, sólo el café?    ―Sí, sólo el café.    ―¿A caso no te apetece tener un día redondo?    ―Déjate de chorradas, ya sabes que por las mañanas no estoy de humor.     Ahí acabó la conversación. Sin más dilación, cada uno terminó su desayuno y, cuando habían terminado de arreglarse, salieron de casa para realizar sus rutinas habituales. Ella cogió el autobús para ir al centro de la ciudad y él cogió su coche, para ir al trabajo.  

El beso de Iker

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      La chica apenas reaccionó tras el beso de Iker. Entre emocionada por las lágrimas de él, y perpleja por el arranque que tuvo, sólo se le pasaba por la cabeza lo que a partir de ese momento se le vendría encima, cosa que le hizo reaccionar de una forma un tanto esquiva.       Ella esperaba que todo transcurriese con normalidad, igual que otras veces. Una entrevista calculada y comedida, manteniendo la distancia de seguridad establecida, donde no se apreciase, aparentemente, nada que pudiese relacionar a dos personas como pareja, sino como dos profesionales que están efectuando su trabajo.       Una pregunta inofensiva desencadenó una reacción, quizás, reprimida desde el principio. Fue cuando ella le preguntó por sus sensaciones tras el partido. Sensaciones, bonita palabra, una palabra capaz de liberar todo lo que se tiene dentro, emociones concentradas, lágrimas contenidas, deseos escondidos... y cuando él ya no podía soportar más la presión de su pecho, su corazón, y su ga

¡¡¡¡CAMPEONES DEL MUNDO!!!!

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¡¡Merecidísimo campeones!!

El chico del vaquero y la camisa blanca

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      Pensó abrigarse más, el norte de Europa a principios de Marzo sigue siendo frío. Sin embargo era muy supersticioso y decidió no hacerlo, al fin y al cabo recordaba claramente que siempre habló de unos vaqueros y una camisa blanca, cuando meses atrás se lanzó a un juego de destinos, deseos y casualidades.       Caminaba por las calles adoquinadas de la ciudad aterido de frío, las manos en los bolsillos y pensando que de aquella noche sólo iba a sacar una decepción y posiblemente un fuerte resfriado. A pesar del frío el trayecto se le hizo bastante corto, y por un instante pensó que o bien el frío había afectado a su sentido de la orientación, o bien estaba tan absorto en tratar de encontrar una explicación a qué hacía allí, que se había confundido de calle. Sin embargo, se dio cuenta de que ni una cosa ni la otra. Donde buscaba un pequeño restaurante que conoció tiempo atrás hoy se levantaba una pequeña tienda de libros viejos.       No pudo evitar soltar una carcajada, sin du

La chica del vestido verde

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      Se bajó del taxi algo confundida, la dirección que llevaba apuntada era correcta, pero en vez de ser un restaurante el cartel de la fachada rezaba: Biblioteca.       Aquella cena a la que se dirigía fue planificada unos cuantos años atrás. Un día, un amigo que creía fielmente en el destino le propuso una invitación, se trataba de cenar en un restaurante de una ciudad lejana y en una fecha futura, varios años más tarde. Ella no creía en el destino ni pensaba que las cosas sucedían porque tienen que suceder, sino que son fruto de la casualidad y las decisiones tomadas en cada instante. Acordaron aquel día que si, yendo cada uno por su cuenta a la cena y sin avisarse de antemano, esa cena se efectuaba en aquel restaurante acordado y el día señalado; ella creería en el destino. Y de no celebrarse, él creería en las casualidades.        Una sonrisa maliciosa quiso venir a su rostro al recordar aquel pacto mientras leía "Biblioteca" en el cartel. En el fondo se sentía de

El niño guerrero

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Os vuelvo a llevar de paseo por Kenia, esta vez nos vamos de boda. No es exactamente la segunda parte de "Una puesta de sol" , pero voy a intentar encontrar un nexo, a parte del país, en todas las historias de esta liga. (Si las  que ponen las premisas me lo permiten, porque parecen duendecillos traviesos ¬¬) En este capítulo encontraréis a Raquel, la amiga de la protagonista del anterior. Cap. anterior: Una puesta de sol     Mi nombre es Tuebe y hace diez años que renuncié a mi vida de guerrero masai. Desde que tuve uso de razón, ese fue mi único objetivo, y sin embargo sólo duré diez años subido a aquel sueño que ahora siento como borroso y lejano, como si el niño que tenía aquellos sueños fuese un desconocido que me hubiese contado sus planes futuros. Mis pensamientos se encuentran situados en esa línea meridiana de mi historia, donde he sido mitad guerrero masai y mitad hombre globalizado.     Estos pensamientos vienen a mi memoria, porque hace unos días viajé co

Latente

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      Había escuchado muchísimas veces la palabra latente antes de prestarle la más mínima atención. Para mí era lo mismo que escuchar lenteja o libélula, una palabra sin más. La primera vez que tuve consciencia de ella fue hace muchísimos años, en una clase teórica de fotografía. Nos explicaban que en una película o papel fotográfico, la imagen formada después de la acción de la luz y antes de entrar en contacto con el líquido revelador, se considera imagen latente, y por tanto invisible para nosotros. Fue ahí donde pensé: latente, ¡qué  bonito! Es una imagen secreta, escondida... Recordé las veces que había ido a la tienda de revelado con un carrete en la mano y sin pensar en esa palabra tan especial, no me daba cuenta de que llevaba la mano llena de imágenes latentes y sin embargo ahí estaban. Todavía fue más fantástico cuando vi la transformación de la latencia con mis propios ojos, la primera vez que introduje un papel fotográfico dentro de una cubeta con líquido revelador y a

La guardiana de sueños

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En la travesía nos han propuesto sacar a un personaje de su libro y transformar su historia en una pantalla de cine. Quien no haya leído “La ladrona de libros” y tenga intención de hacerlo, le recomiendo que no lea este relato, pues contiene bastante spoiler. Era muy difícil transformar la historia sin remitirme a la verdadera. Y a los que lo habéis leído, no me tiréis muchos tomates por profanarlo, recordad que estamos en crisis.       Liesel esperaba en la cola del cine impaciente por entrar al estreno. Hacía mucho tiempo que su mente no le llevaba de paseo por Molching, el pueblo de su infancia. Para liberar a su corazón del dolor que le producían aquellos recuerdos, pero a la vez saciar la necesidad de evocar los buenos momentos, unos años más tarde de aquella fatídica noche del bombardeo en Himmesltrasse, decidió reescribir aquella historia, al igual que ya lo hiciera en aquel viejo sótano. Ahora vivía en una cómoda casa, en un barrio de las afueras de Sidney, y habían pasado v

El viejo desván

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Once metros pueden parecer miles,  y mil kilómetros pueden ser dos centímetros,  si la unidad de medida es de dos niños que juegan en un desván. Un segundo puede durar un día,  y diez años pueden ser un suspiro, si el reloj que lo vigila lleva el ritmo de aquel lugar. Mil cuentos pueden resumirse en una palabra,  y una mirada entre ellos contar toda una historia,  mientras sus cuerpos se alejan como las partes de un mismo imán. Una foto puede esconder mil instantes,  incluso la esencia de toda una vida,  eso decían aquellos álbumes en la estantería del desván. Un baúl puede contener un valioso tesoro,  y una vieja caja de disfraces guardar las almas  de aquellos niños alegres que jugaban a soñar. Un vaso de agua puede parecer un río,  y un mar ser la lágrima resbalando en la mejilla,  cuando se cierran las puertas de un abandonado desván. (Inspirado en la frase de Fantasmín "Once metros pueden parecer miles" para el cuentacuentos)

Cosas del azar

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      No soy aficionada a los juegos de azar. Me encanta el poker, porque aunque el azar interviene en el sorteo de cartas, la que lleva el juego soy yo. Soy una jugadora camicace, eso me dicen los que entienden y esto hace que juegue demasiado al farol y que me arriesgue a lo loco, las consecuencias es que soy una jugadora sin medias tintas, o gano o lo pierdo todo (lo mío y lo de el de más allá). Otro fallo que tengo es que cuando tengo buenas cartas mis ojos brillan y lo huelen rápido, así que la próxima vez que juegue pienso disfrazarme como los de los torneos de la tele.       Ayer estuve en el casino. (Ahora viene cuando pensáis que soy ludópata por lo menos) Era mi primera vez, bueno, nuestra primera vez, íbamos dos parejas. Decidimos antes de entrar probar sólo con 25 euros cada uno y cuando se fundiesen marcharnos, (yo les pedí que aunque rogara y pataleara, por favor, no se les ocurriese dejarme comprar más fichas) se trataba sólo de pasar un buen rato. La traducción de 2

Entre la vigilia y el sueño

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      Algunas veces sólo somos sombras, perfiles de la oscuridad, o bosquejos de un cuadro inacabado buscando un refugio donde escondernos del universo por un instante, para encontrar nuestras reflexiones y pensamientos. Un singular momento en el que nada de lo que nos rodea existe para nosotros, como una especie de paréntesis de nuestra existencia. Algo parecido a un agujero espacio temporal, donde todo lo que hay alredor queda congelado y ajeno, y la única vida que se mueve es la de las sombras sin cuerpo.       Nos proyectamos a una gravedad vacía donde perdemos el control del tiempo, la distancia y la energía. El silencio y la luz son los mejores aliados, nos permiten mantener el contacto con nuestro juicio y razonamiento. Cuando se rompe la barrera del agujero donde se encuentran nuestras coordenadas espacio temporales, la gravedad tira de nosotros y caemos al vacío sin remedio, el golpe es fuerte y doloroso incluso para una silueta sin cuerpo.       El retorno al univers

Una hebra de hilo...

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      Si yo fuera una hebra de hilo, querría ser tejida para un bonito pañuelo que se anudase al cuello o a modo de diadema. Me encantaría impregnarme con mil perfumes y pasear a la luz de las estrellas; o bien salir volando con una racha de viento huracanado desde un crucero, para ver el mundo desde el aire, usando mis propias alas por un pequeño instante en el tiempo. Después caería en el agua y disfrutaría de un agradable baño salado, mientras soy transportada con el vaivén de las olas, a una hermosa playa peinada por la brisa y el silencio.        Una vez el sol me hubiese ayudado a abandonar el húmedo lastre, volvería a retomar el vuelo, de nuevo a merced del viento; y como la semilla de un diente de león acabaría posándome en algún lugar recóndito, donde otras manos hallarían mi refugio incierto.     Nuevos paisajes misteriosos y efímeros volverían a ser compartidos, y otros perfumes impregnarían mis sentidos. Y cuando ya no me quedasen fuerzas y de jirones estuviese

Un bello rostro

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      Su mirada ante el espejo era altiva y arrogante. La naturaleza le había obsequiado con una belleza sublime que rozaba la perfección. Ella lo sabía, desde que era una niña había sido admirada por su hermosura y gracia naturales, para más tarde convertirse en su principal obsesión. El grado de admiración que despertaba a su paso era tal, que empezó a mellar en su alma, y poco a poco se fue transformando en un ser orgulloso y altanero, incapaz de simpatizar con aquellos que no sentía dignos de su aprecio, tan sólo por no poseer en su fachada, unas cualidades de belleza inmediata. Nunca miraba más allá, con sus cautivadores ojos.       Consiguió encontrar, con mucho esfuerzo, un hombre acreedor de sus encantos. Ardua tarea fue aquella, ya que a cada uno le buscó un defecto, por nimio que fuera, para apartarlo de su vista. Eligió quizás al más elegante, sencillo y noble, no hacía sombra a su belleza, pero tampoco la descompensaba. Su edad, diez años mayor, hacían que ella parecies

Pompas de jabón

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      Se sentó en la pendiente más alta del parque para hacer pompas de jabón. Era una tarde cálida de principios de primavera. Me hubiese gustado decirle que no había elegido el mejor día para las pompas, que esas criaturas transparentes y ligeras gustan de la humedad de la atmósfera, y que el calor rompe su tensión superficial con facilidad; pero quién era yo para racionalizar un concepto que a simple vista se muestra mágico y misterioso.       Salió una pompa gigante que intentó sujetar con la palma de su mano sin mucho éxito, mi mente ya se había adelantado a ese desenlace, segundos antes de que estallase.       Me senté en un banco a leer el periódico. Sentí una gota húmeda rozar mi mejilla y otra que me acarició el brazo. Al instante me di cuenta que se trataba de una pompa de jabón. El aire cálido de sus pulmones hacía que se elevasen para después terminar cayendo.       Mi manía de buscarle una explicación a todo, hizo que me preguntase cómo podían haber caído sobre mí, si

Laberinto de palabras

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   ―¡No sé cómo ni dónde, pero acabaré con su vida un día de estos!    ―¿Hablas en serio?    ―¿Es que lo he pensado en alto?    ―Sí, y me tienes intrigadísima.    ―Estoy buscando el titular para un artículo que he escrito. ¿Quieres que te lo lea?    ―Preferiría que hablásemos, hace siglos que no lo hacemos.    ―Yo no tengo esa impresión, hablamos cada día.    ―Pero no me refiero a hablar sin más, me refiero a hablar de verdad, a compartir palabras,  a escuchar con atención lo que nos contamos, a entender lo que queremos decir sin darlo por sentado...    ―Yo hago eso siempre, ¿acaso tú no?    ―Sí, pero quizás deberíamos esforzarnos un poco más.    ―Creo que cuando una cosa tan sencilla como esa requiere un esfuerzo, deja de ser especial o simplemente ha desaparecido la complicidad.    ―¿Tú no la echas de menos?    ―No creo haberla perdido.    ―Yo he estado mucho tiempo a años luz sin darme cuenta, me acostumbré sin más.    ―¿Y por qué yo no me di cuenta?    ―Porqu

Historia de una cabina...

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    Nunca me he considerado torpe con las nuevas tecnologías, pero ahora tengo serias dudas después de lo que me pasó esta mañana...     Salgo de casa con el bolso lleno de artilugios, menos el teléfono móvil que se estaba  cargando. Como iba a un parque que está muy cerca, no me preocupó demasiado su falta. No llevaba media hora fuera de casa, cuando me doy cuenta de que necesito hacer una llamada, suerte que era a casa porque es el único número que sé de memoria a parte de mi DNI y alguna que otra fecha de cumpleaños.      Divisé una cabina telefónica a cien metros, cosa que me chocó porque pensaba que ya estaban extinguidas, y eso que paso cada día por su lado, debe ser que forma parte de mi paisaje cotidiano, al estilo árbol.     Como no llevaba monedas pequeñas metí una moneda de euro que salió rodando por la ventanilla del cambio. Entonces miré fijamente al aparato y me di cuenta que ya no era como yo lo recordaba: auricular, ranura de moneda, teclado y ventanilla para el c

Descanse

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Arrancó el tren y la señora no paró de hablar hasta la llegada. ¿Va mucho a Madrid? Yo voy a menudo, tengo allí una hija ¿Tiene hijos? Yo tengo una y un nieto ¡mire que guapo! Al principió contesté con monosílabos, después abrí un libro para disuadirla. ¿Quiere usted una rosquilla? Que sí, coma ¿Y a qué se dedica? ¡Médico! ¿Qué puedo tomar para la garganta? Mi nieto tiene ronchones en la espalda ¿Será alergia? ―No se pueden hacer diagnósticos sin tener al paciente delante. ―¿Y para mi dolor de garganta? ―Descanse señora, descanse y cállese un ratito. "Ecrito para relatos breves tren de cercanías"