Entradas

Baker Street Station

Imagen
      Le miraban con fingida lástima al depositar las monedas en la funda de su violín mientras tocaba.      —¡No estoy loco! —murmuraba, ajeno a su indumentaria—. Sólo esperamos el tren que nos llevará a nuestro tiempo, ¿verdad Watson?      El perro lo miró y continuó durmiendo sobre el andén.

In fraganti

Imagen
     La misma cantinela otra vez. Ese ruido acompasado que atormenta su cabeza, evocando aquella desgarradora imagen. Sabe que no debe salir. Se cubre con la almohada para amortiguarlo. Aún así no desaparece y la escena acude a su mente:       —¿Duele mamá?       —¿Qué haces aquí? ¡Vete a tu cuarto!

Nadie

Imagen
      Se acercó a la habitación de su hija con sigilo, mantenía una conversación con sus muñecas a las que tenía perfectamente ordenadas tomando el té. –¿Quieres una pastita, mamá? –Mamá ya no está, cariño –añadió el padre a su espalda. –¿Con quién hablabas? –le preguntó su nueva esposa, observando el cuarto vacío.

Medidas desesperadas

Imagen
Al despertar me encontré con una cara desconocida. Todo a mi alrededor me lo parecía. No conseguí tranquilizarme cuando su voz afirmó ser mi marido, ni al observar la mirada diabólica de aquellos niños. Él sólo esperaba que la estrategia funcionara mejor que la de los anuncios.

Haiku VI

Imagen
Trenes cruzados trayecto imposible reencuentro.

Haiku V

Imagen
Coge su mano caricias del viento sueños vividos.

Volver

Imagen
      «Cuando volvamos a encontrarnos, recuérdame que te debo una historia». Removía el contenido de su taza rememorando aquella frase que él le dijo cuando se conocieron, justo antes de despedirse para meses después reencontrarse y no volver a separarse más. Había llovido tanto desde aquello.       Él, sentado ahora frente a ella, presta toda su atención a la pantalla de su teléfono móvil. No hay palabras durante el desayuno, dos o tres frases sueltas durante el almuerzo, y apenas brotan unas cuantas durante la cena. No recordaba cuánto tiempo hacía desde la última vez que habían mantenido una verdadera conversación. No de las habituales de qué tal el día, donde ninguno escucha interesado la respuesta del otro hasta el final; sino de las auténticas, de las que pueden faltar palabras pero jamás se pierde el brillo en la mirada, de las de me he fijado en que cuando vistes de azul estás más alegre que cuando lo haces de negro, ¿va todo bien? O en las que previamente se prepara la c

La máquina del olvido

Imagen
      No se dejen engañar, nadie entraba de manera voluntaria en aquel lugar. Eran empujados por las miradas inquisitivas de su alrededor. Miradas de extrañeza donde se podía leer: «¿A qué esperas? Cambiar tu situación sólo depende de ti. Borrar lo que te atormenta es muy sencillo, sólo tienes que entrar ahí y saldrás libre de carga; exento de esos recuerdos que roban tu sueño. Si no eres feliz es porque no quieres». Nadie les decía que, una vez despojados de sus recuerdos, comenzar de cero no sería tan sencillo; que tropezar una y mil veces les ayudó a aprender a no caerse; ni que lo bueno conseguido sabe mejor apreciando el sacrificio; o que el dolor de una pérdida también muestra el camino de la intensidad con que se vivieron los momentos felices. Nadie advertía de esto porque cuanta más unión había en la idea de olvido, más vacíos quedaban sus corazones. (Inspirado en la frase: "No se dejen engañar: nadie entraba de manera voluntaria en aquel lugar" para El CuentaC