Qué sencillo es ahora



Cuando pienso en todas las herramientas que tengo para escribir, valoro más los libros que se escribían antes. Solamente la diferencia entre usar un ordenador y una máquina de escribir ya es abismal. Jamás he escrito a máquina (me refiero a escribir bien, no a aporrear con dos dedos, y solo la usaba para presentar algún trabajo de clase). Aprendí a escribir con todos los dedos cuando tuve mi primer ordenador de mesa, con un CD que compré para aprender mecanografía (Acutype se llamaba, si no recuerdo mal, o algo por el estilo). El otro día intenté imaginarme escribiendo una novela sin ordenador. Me senté mentalmente delante de mi escritorio y recreé cómo sería hacerlo. Necesitaría un cuaderno al lado, claro, para crear la estructura, y un tablón de corcho, para organizarlo todo, ya que no tendría Scrivener. Una vez hecho esto, empezaría a buscar nombre a los personajes principales y secundarios, pero claro, no dispondría de los listados de nombres que me ofrece la red, y lo mismo ocurriría con la ubicación de la historia, tendría que pasarme por una biblioteca para informarme sobre la ciudad que hubiera elegido o hacerme con alguna guía de viaje, con lo sencillo que es recorrerla con Google Maps. Y no quiero imaginar escribir una de esas novelas que necesitan toneladas de documentación previa. Pero volviendo a la historia, me imagino sentada tecleando, página tras página, y en un momento determinado (muchos en realidad) pensar: «¿Qué era aquello que le dijo el prota a su amigo en tal escena?», y tendría que rebuscarlo entre los ciento y pico folios escritos ya, cuando ahora con una simple búsqueda de una palabra o una frase te aparece subrayado en un segundo y en amarillo fosforito. O darte cuenta de que hay una incongruencia en el argumento o en la línea temporal y que debes cambiar de lugar (o modificar) varios capítulos… Estaría ya tirándome de los pelos, o lanzando la máquina por la ventana. Por no hablar de la corrección, que lo que no ve tu ojo hoy te lo señala el procesador de texto. O recurrir al diccionario cada dos por tres para buscar sinónimos y no repetirte, ¡qué coñazo!, con lo cómodo que es dejar la pestaña de Wordreference siempre abierta. Aunque si se va la luz, me ahorraría los tres microinfartos por no haberle dado a guardar cambios, y podría seguir escribiendo sin inmutarme hasta que vuelva.

Qué sencillo es ahora, y qué poco aprovecho ese tiempo que me regalan las herramientas que tengo; si me hubiera sentado a las nueve y media delante de una máquina de escribir, con mis apuntes, mis rotuladores y mi tablero de corcho, seguro que llevaría más de una hora escribiendo. Sin embargo, ese es el tiempo que pierdo cada mañana, antes de ponerme a escribir, por culpa de esas herramientas que me facilitan la vida. Malditas redes sociales, que inicias sesión y se te va solo el dedo…


Comentarios

  1. Hola Buen Posteo, me encanto y lo compartire con mis amigos de Twitter!!!
    Un saludo desde Argentina, Seguire leyendo otros.
    Gracias por compartir esto con nosotros.


    Les invito a visitar esta pagina, por soluciones Informáticas
    https://www.tecasoft.com/
    y también Diseño Web
    https://www.tecasoft.com/diseño-web
    Muchas Gracias!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Relación entre la web de cita previa del DNI y una partida de Mario Bros

¿Por qué el cartero siempre llama a mi casa?

TREINTA POSTALES DE DISTANCIA