Los personajes




      Algunas veces son los propios personajes los que te llevan a contar una historia, y en otras es la historia la que elige qué personajes deben vivirla. En cualquiera de los dos casos, hay que tener muy en cuenta el personaje que creamos y su visión de la vida, para que el transcurso de los acontecimientos sea fiel a su realidad.

      Cuando encuentro a los protagonistas de mis libros hago una ficha donde aparece: edad, descripción física y psicológica, inquietudes, costumbres, intereses, acontecimientos relevantes en su pasado, metas, etc. Cuanto más completa está la ficha, más definido queda el personaje. Después no vale con dejar ahí la ficha y ya, es importante consultarla porque debo meterme en el pellejo de cada uno y reaccionar como lo harían ellos. No me sirve lo que haría yo en su situación. Ellos poseen su propia perspectiva de la vida y no tiene por qué coincidir con la mía. De este modo también me aseguro de que cada uno adquiera su propia personalidad y que en los diálogos se aprecie quién está diciendo qué, y no solo por los verbos de dicción tras los guiones.

      Me repatea mucho encontrarme, en las novelas que leo, con personajes que se expresan del mismo modo. Sí que es probable que dos personas que comparten mucho tiempo juntas adquieran o compartan frases hechas o coletillas, pero no son pocos los libros en los que me encuentro que dos personajes que acaban de conocerse lo hagan. Procuro limar esto a conciencia en las correcciones, ya que mis expresiones propias también se me escapan, sobre todo en los diálogos. De hecho, los que me rodean, suelen identificarme con los personajes femeninos precisamente por eso, por la forma de hablar. Y esto, lo queramos admitir o no, es un fallo que se debe limar. Es importante adaptar los diálogos al personaje que está hablando —o pensando si es narración— para que coincida con su edad, su género y su personalidad. Al principio me costaba muchísimo esfuerzo hacerlo con los masculinos. Suerte que, tirando de amigos que me han ayudado a tener una visión más clara de cómo piensa realmente un hombre ante una situación determinada, que además, no tiene nada que ver —en la mayoría de los casos— con la que tenemos nosotras, he ido corrigiendo esa tendencia. Tendemos a idealizar muchísimo y a esperar demasiado del comportamiento masculino en el romance; y ellos, aunque nos cueste admitirlo —y hablo de la mayoría, no de los casos excepcionales—, no suelen vivirlo ni expresarlo igual que nosotras. Que no significa que no lo sientan, ojo. Tal vez sea el producto de la visión que nos han vendido en la mayoría de las comedias románticas americanas que nos tragamos. Ahora suelo fijarme en las historias de amor cuando están escritas por un autor, y las percibo más realistas desde el lado masculino. Es por ello también que, cuando leo novelas románticas, la mayoría escritas por mujeres, como el protagonista esté muy edulcorado y rozando lo moñas, me desconecta de la historia completamente.

      También se debe tener muy en cuenta el carácter de cada uno y los acontecimientos que hayan marcado su vida a la hora de tomar una decisión u otra en la trama, y dejarlo muy claro. En ocasiones encuentro comentarios criticando la forma de actuar de un personaje en un libro que acabo de leer y te dan ganas de gritarle: “¿Pero has leído la historia desde el principio? ¿Cómo va a actuar de otro modo si él no piensa así? ¿Hemos leído el mismo libro?”. O al contrario, que te pinten al personaje de un modo al describirlo y que tenga una reacción con la que digas: ¡Ni de coña me trago esto! Debemos ser consecuentes con los personajes que hayamos perfilado para no caer en estas cosas. Y de igual forma con la edad. Si en la novela aparece un niño o un adolescente, no tiene mucho sentido que tome las decisiones que tomaría un adulto o actúe como tal o incluso se exprese igual. Habrá excepciones de niños muy maduros para su edad, pero estas actuaciones tienden a chirriar si se traspasa la línea.

      Siempre he dicho que para mí son más importantes los personajes que la propia historia, y es por ello que creo que hay que cuidarlos al detalle. Prefiero un libro donde aparentemente no ocurra nada y con unos personajes bien perfilados que me traspasen, a una trama de la hostia donde los personajes sean planos y estén utilizados como meros títeres de la historia.



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