El arma no estaba en su sitio
Abrió la puerta muy despacio y contuvo la respiración hasta que el pestillo hizo clic a su espalda. Cogió un paraguas que no recordaba haber colgado en aquel perchero y se lo colocó sobre el hombro a modo de bate de beisbol. Cuando sus ojos se acomodaron a la penumbra caminó por la estancia. Por el momento no había signos de que la casa hubiera sufrido un atraco. Todo parecía estar en su sitio y a la vez tenía la sensación de que nada estaba en su lugar. Cuando llegó se había encontrado la puerta abierta y aquello no podía haber sido un descuido suyo, estaba completamente seguro de haber echado la llave. Siempre lo hacía. Por segunda vez esa noche le entraron unas ganas incontrolables de vomitar. Todo le daba vueltas y el silencio de la casa se había convertido en un zumbido sordo para sus oídos. Abrió unas cuantas varillas del paraguas y soltó la vomitona dentro, reaccionando justo a tiempo para no estropear la alfombra. Escuchó un sonido procedente del dormitorio. Miró a su al