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Mostrando las entradas etiquetadas como Anécdotas

La comunidad

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      Hace unos días, un amigo comentaba en su facebook que se estaba recuperando de una reunión de vecinos. Ese comentario me hizo recordar que hace unos diez años, en la comunidad donde vivía, me nombraron presidenta sin haber presentado candidatura alguna. Era mi primera casa y no entendía bien cómo funcionaba el asunto de las elecciones, aunque me hubiese dado igual entenderlo, pues poco a poco fui descubriendo que allí no existían unos estatutos comunitarios, allí la ley la imponían dos cabecillas, los hombres que vivían en el 4º y 5º izquierda (especifico lo de hombres porque las mujeres casadas no eran bien recibidas en las reuniones vecinales, allí los que asistían eran los machos alfa).       La primera reunión fue toda una experiencia. Los asistentes, como ya he dicho antes, eran hombres, excepto las vecinas del primero que eran una señora viuda y la otra soltera. Así que, como comprenderéis, cuando aparecimos en la reunión mi marido y yo, juntitos en amor y compaña…

Cosas del azar

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      No soy aficionada a los juegos de azar. Me encanta el poker, porque aunque el azar interviene en el sorteo de cartas, la que lleva el juego soy yo. Soy una jugadora camicace, eso me dicen los que entienden y esto hace que juegue demasiado al farol y que me arriesgue a lo loco, las consecuencias es que soy una jugadora sin medias tintas, o gano o lo pierdo todo (lo mío y lo de el de más allá). Otro fallo que tengo es que cuando tengo buenas cartas mis ojos brillan y lo huelen rápido, así que la próxima vez que juegue pienso disfrazarme como los de los torneos de la tele.       Ayer estuve en el casino. (Ahora viene cuando pensáis que soy ludópata por lo menos) Era mi primera vez, bueno, nuestra primera vez, íbamos dos parejas. Decidimos antes de entrar probar sólo con 25 euros cada uno y cuando se fundiesen marcharnos, (yo les pedí que aunque rogara y pataleara, por favor, no se les ocurriese dejarme comprar más fichas) se trataba sólo de pasar un buen rato. La traducción de 2

Historia de una cabina...

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    Nunca me he considerado torpe con las nuevas tecnologías, pero ahora tengo serias dudas después de lo que me pasó esta mañana...     Salgo de casa con el bolso lleno de artilugios, menos el teléfono móvil que se estaba  cargando. Como iba a un parque que está muy cerca, no me preocupó demasiado su falta. No llevaba media hora fuera de casa, cuando me doy cuenta de que necesito hacer una llamada, suerte que era a casa porque es el único número que sé de memoria a parte de mi DNI y alguna que otra fecha de cumpleaños.      Divisé una cabina telefónica a cien metros, cosa que me chocó porque pensaba que ya estaban extinguidas, y eso que paso cada día por su lado, debe ser que forma parte de mi paisaje cotidiano, al estilo árbol.     Como no llevaba monedas pequeñas metí una moneda de euro que salió rodando por la ventanilla del cambio. Entonces miré fijamente al aparato y me di cuenta que ya no era como yo lo recordaba: auricular, ranura de moneda, teclado y ventanilla para el c

Estilismos varios...

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      En muchas ocasiones nos obsesionamos por ir vestidos a la moda o más bien, por no ir pasados de ella para no dar el cante. Aunque en los tiempos en en los que vivimos, en que todo vale, más se da el cante por lo primero que por lo segundo; o quizá por salirse de los límites que marcan las tendencias y ser el más original o el primero en llevarlo.       De esta forma hemos pasado por criticar lo que nos ha parecido estrafalario, para unos meses más tarde, sucumbir a sus encantos y pasear alegremente por las calles con eso mismo puesto. ¿Qué yo dije qué? Nos sorprendemos diciendo. Son cosas del ajuste visual frente a la moda.       Aunque hay que reconocer, que de la moda que sale a la calle (en las pasarelas ni me meto, pues imagino que la mayoría de los modelitos calificados por mí como “imposibles de salir a  la calle”, son más bien la fantasía o el arte creado por los diseñadores para hacer el espectáculo que  se espera de ellos, que para vestir  fuera de ellas o de las

Falsas apariencias

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      Hay cosas que nos cuesta reconocer abiertamente. En unos casos damos un rodeo para eludir el tema, en otros nos justificamos o nos apoyamos en quienes actúan de la misma forma, y hay veces en que directamente, lo negamos y nos quedamos tan anchos. A quién no le ha pasado siendo adolescente, pasarse una semana hablando a tu mejor amiga de Fulanito: «Fulanito dice. Fulanito dijo. Fulanito va. Fulanito viene. Mira, ahí está Fulanito».... Y en el momento en el que la amiga te dice: «Tía, ¿a ti te gusta Fulanito?». Le dices: «No, ¡qué va! ¿Por qué?». Y te quedas tan fresca. Aunque por dentro piensas: «¡Me cago en la leche! ¿Tanto se me nota?».       Otra cosa muy frecuente y que cuesta mucho reconocer, a pesar de que se están poniendo muy de moda por la televisión, Internet, etc. son los juguetes sexuales. En una reunión de mujeres todas ignoran el tema y ninguna parece saber de lo que se está hablando. Eso sí, en el preciso instante en que una de las presentes admite tener, por ej

Necesito un manual...

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      Si para conducir es necesario aprobar un examen, para ejercer una profesión, en la mayoría de los casos, se necesita de unos estudios previos, ¿por qué para tener hijos nos dejan a nuestro aire, siendo una tarea tan difícil para la que, la mayoría, no estamos ni física ni psicológicamente preparados?  Todo empieza durante el embarazo. Te crees que porque hayas coleccionado todas las suscripciones de "Ser Padres", "Mi bebé y yo", "Cosas de bebés", etc.; hayas leído el libro "¿Qué se puede esperar cuando se está esperando?"; y visitado 200 páginas de bebés por Internet... Ya está todo aprendido. Y eso sin contar con la escuela de la calle: esas madres experimentadas que cuando te ven con la barriga te conviertes en un imán de sus recuerdos, y no paran de contarte sus experiencias en la sala de partos, que cuando se juntan unas cuantas aquello parece la mili de los tíos, compitiendo a ver cuál fue más duro y más sanguinolento. Y si no les p

Confusiones y reincidencias...

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      Un día, hace ya seis o siete años, haciendo la compra en un supermercado, o más bien terminando de hacerla, pues me encontraba sacando los artículos del carro y dejándolos en la cinta transportadora, me di cuenta de que ninguno de los alimentos que se movían por la cinta se correspondían con los que yo había escogido — ¡Oh no! Me había equivocado de carro—. M ientras recogía de nuevo los artículos de la cinta para devolverlos al carro, me iba planteando si buscar el mío o realizar la compra de nuevo. Esto último lo descarté enseguida, porque a ver con qué cara me presentaba de nuevo en la carnicería y charcutería a pedir los mismos productos...  Así que decidida por la primera opción, desanduve al camino hecho y me puse a buscarlo. Al llegar a la frutería lo encontré abandonado, y mientras aparcaba el robado y cogía el mío, un señor que intervino en mi quehacer me comunicó que había un señor desesperado buscando su carro. En ese momento aparecía en escena el propietario, vení

Baby test

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      Hay cosas que me ocurren y que, después de ponerme colorada, preguntarme: "¿Cómo puedo ser tan despistada?" o hacer jurar y perjurar al testigo, si lo hay, que no se lo cuente a nadie, por favor, porque me moriría de la vergüenza, al final las acabo contando yo misma. Y cuando a mi alrededor veo y escucho sus carcajadas, me siento menos avergonzada; en ese momento reconozco que mi despiste valió la pena.       Hace algunos años ya, me disponía a ir a la farmacia con mi marido a comprar un test de embarazo. Al llegar a la esquina, paró el coche y se quedó en doble fila, mientras yo me acercaba al establecimiento. Cuando me encontraba delante del mostrador, le pedí a la dependienta el test de embarazo, ella con cara de no saber lo que le estaba pidiendo, me respondió: ―¿Cómo dice? . Y yo, que ya pensaba que había pedido un BABY TEST, que es como mi marido lo llamaba, y pensando que lo mismo ella no conocía ese término, insistí más despacio y recreándome en cada pala

Tres horas sin luz...

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      Parece pan comido ¿verdad? Pues he comprobado que hoy en día no es nada fácil pasar tres horas sin luz.       Málaga, julio de 2009, 21.30h. Niños viendo dibujos en no sé qué canal del tdt, se va la luz. Me levanto miro el cuadro de automáticos y todo en orden. Sale la vecina a la terraza y da el parte a su familia (y a cualquiera que en ese momento estuviera asomado a la terraza) ¡¡ No ha sido aquí, ha sido en todo el barrio, mira, asómate, está todo apagado!!       Bueno, no pasa nada ya volverá. Pasan 5 minutos a oscuras (lo equivalente a 30 minutos si hubiera luz) y los niños empiezan a protestar y a decir que ponga la tele. Les explico que no hay electricidad. ¡ Bueno pues enciende la luz que no veo, mamá ! . Busco con la linterna de la pantalla del móvil unas velas (menos mal que estas no han dejado de fabricarse, aunque sólo sean para adorno o perfume) pero no tengo con qué encenderlas. ¡El calentador! Mierda, lo cambié y ahora es eléctrico. ¡La vitrocerámica! Ídem. ¡