Orgullo

Miró detrás de su espalda por si su orgullo le seguía, tenía miedo de que otra vez le envenenase con la vanidad y la arrogancia de sus espinas. Trató de escapar al saberse libre de aquel yugo que en otras muchas ocasiones le había hecho sentirse tan fuerte y seguro. Sentía que reprimirlo estaba siendo su mayor cruzada, esa que deja un regusto agrio por lidiarse con el rival más temido: el aceptar la derrota contra uno mismo. Aún así, decidió continuar en su empeño, haciendo oídos sordos de las voces que en su conciencia reclamaban volver a su sitio a recogerlo, armarse con él hasta las cejas y vencer a cualquier precio. Pero esta vez era demasiado tarde para su orgullo, él había medido lo que estaba en juego y se liberó de tan pesada armadura, aunque sólo fuese por un breve espacio de tiempo.