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¿Qué hay del olor a libro?

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      Ventajas indiscutibles de la lectura electrónica: irme de viaje cerca de dos meses fuera del país y poder llevarme toooooodos los libros que quiera (¡y en el equipaje de mano!!). Sí, confieso que puedo prescindir del olor a libro y del dulce crujir al tacto de sus páginas... Eso tan evocador que escucho decir incluso a gente que ni siquiera se ha acercado a un libro desde que iba al instituto. El olor a libro. El olor a papel recién cortado y encuadernado. El olor a librería de viejo… Ese olor… mmmmmm. Sí, me gusta el olor que desprenden las librerías y los libros, del mismo modo que me encantan las papelerías y toquetear los lápices, las agendas, las gomas de borrar… mmmmm… ¡las gomas de borrar! Pero no por ello me gusta más escribir a lápiz que a bolígrafo ni prefiero este último a mi teclado del ordenador. Adoro escribir, y no soy de las que siempre llenan libretas para luego pasar lo escrito al ordenador. Tiendo a ser práctica y solo utilizo ese medio si no me encu

Cuando la escritura es un hobbie

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      Cuando me aficioné a la escritura, enseguida noté que me producía una especie de adicción, lo mismo que ocurre cuando me sumerjo en la lectura de un libro que me atrapa. Pero también reconozco que a veces me encuentro saturada y lo que menos me apetece es abrir el procesador de texto. Para mí escribir no es ninguna terapia. Escribo por gusto y pasión, y en momentos de apatía o de bajón no me obligo a escribir. Me doy la libertad de abandonar la escritura temporalmente, aunque esté sumergida en una novela. No me gusta hacerlo por obligación ni bajo presión.       Esta afición mía nació como un hobbie y así me gusta seguir disfrutándola, ya que, por suerte, no me veo obligada a vivir de ello. Y lo bueno de esto es que disfruto de lo mejor que tiene la escritura: escribir. El vender o dar el producto a conocer es la parte más tediosa del proceso y, aunque me obligo a dar publicidad a mis libros, sé que no soy lo constante que debería. Quizás por eso al principio pens

Incertidumbre y miedo escénico

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      Con los libros pasa como con los hijos: no somos nada, pero que NADA, objetivos —y quien diga lo contrario miente—. Para un escritor, cada uno de sus partos es lo mejor que se ha parido hasta el momento, y ¡ay del pobre que le ponga faltas a su criatura!… Aunque ello no significa que no tengamos claro que para el resto del mundo no será así y nos acojonen las críticas. Y con cada libro a la espalda, más intimida el asunto. Es algo normal, somos humanos. A nadie le gusta que vapuleen su trabajo. Y el problema de dedicarse a esto es que lo exponemos a juicio del gran público. Y la mayoría del público de hoy en día no está callado y a su bola. No cierra el libro y lo guarda y a otra cosa. No espera a encontrarse con otro amigo lector para recomendarle, o no, su última lectura. Lo tenemos frente a nuestros ojos, como en un escenario. Antiguamente, el escritor se sometía a las críticas en los medios de comunicación tradicionales. Imagino que si recibía críticas directas por

Los personajes

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      Algunas veces son los propios personajes los que te llevan a contar una historia, y en otras es la historia la que elige qué personajes deben vivirla. En cualquiera de los dos casos, hay que tener muy en cuenta el personaje que creamos y su visión de la vida, para que el transcurso de los acontecimientos sea fiel a su realidad.       Cuando encuentro a los protagonistas de mis libros hago una ficha donde aparece: edad, descripción física y psicológica, inquietudes, costumbres, intereses, acontecimientos relevantes en su pasado, metas, etc. Cuanto más completa está la ficha, más definido queda el personaje. Después no vale con dejar ahí la ficha y ya, es importante consultarla porque debo meterme en el pellejo de cada uno y reaccionar como lo harían ellos. No me sirve lo que haría yo en su situación. Ellos poseen su propia perspectiva de la vida y no tiene por qué coincidir con la mía. De este modo también me aseguro de que cada uno adquiera su propia personalidad

Planificación y esquema

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     Antes de escribir una novela, es importante seguir unos pasos para no encontrarnos a la mitad de ella con personajes que han cambiado en su descripción física o en detalles de su pasado o acciones previas, así como incongruencias en la línea temporal o desarrollo de la trama. Como ya comenté en el capítulo 1, en mi primera novela no realicé ninguna estructura y aún hoy no doy crédito de cómo fui capaz de sacarla adelante. Sí que es cierto que luego me tocó, en la revisión, hacer un montón de cambios y corta-pegas porque bailaban algunos pasajes. Pero aun así, tuvo que estar de mi lado la suerte del principiante.      Hoy por hoy, cuando me ronda una historia, trato de ser más metódica en la planificación. Después, durante la narración, ya habrá suficiente tiempo para la improvisación y darles manga ancha a los personajes; pero al principio es importante tener claro un esquema previo. Para mí, no es obligatorio cumplirlo al dedillo, de hecho no siempre lo consigo. Si

¿Por qué novela romántica?

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     En realidad no elegí un género literario cuando me inicié en esto de escribir. De hecho, en mis comienzos, escribía de todo menos poesía (aunque alguna cayó). Los que hayáis sido asiduos a este blog ya conocéis mi trayectoria. Empecé con relatos y participando en foros de escritura con retos, algunos disparatados, donde fui aprendiendo y ganando confianza. ¿Cómo desemboqué en la romántica? Pues tal vez ella me eligió a mí. Aunque nunca he considerado que mis novelas sean del todo románticas. Si tomamos como novela romántica que el hilo conductor es un romance, sí, lo es. Pero algunas lectoras de este género, en comentarios que he leído, han tachado de poco romántico algún libro mío. Y en eso no puedo estar más de acuerdo con ellas, porque aunque los personajes de mis novelas terminan enamorándose, no suelo ser muy dada al romanticismo en el transcurso de la historia. Me gusta que los personajes sean lo más reales posible y que se comporten y hablen como lo harían en l

Manías y costumbres a la hora de escribir

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     Me gusta conocer las rutinas que emplean otros escritores para trabajar, qué costumbres han adquirido o manías —si las tienen—, y curiosear. En mi caso, tiendo a no ser rutinaria ni disciplinada. No consigo funcionar así. Tal vez sí, cuando la novela está terminada y estoy puliendo el texto, sigo unas pautas de trabajo para obligarme; pero a la hora de crear mi cerebro no me deja cumplir ningún objetivo programado. Imposible proponerme llegar a tantas palabras o limitarme a un horario. Cuando estoy con una novela, la escribo todo el tiempo. Incluso mientras duermo. Mi intención es levantarme, sentarme a teclear a una hora determinada y expulsarlo todo, para después desconectar en mi tiempo libre. Pero a veces es imposible. Durante el proceso creativo, cuando la novela está en plena efervescencia, es como si viviera dos vidas en paralelo. A veces cojo el coche y, cuando llego a mi destino, me pregunto cómo cojones he podido llegar viva allí. Empiezo a creer que tengo un pi