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Volver

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      «Cuando volvamos a encontrarnos, recuérdame que te debo una historia». Removía el contenido de su taza rememorando aquella frase que él le dijo cuando se conocieron, justo antes de despedirse para meses después reencontrarse y no volver a separarse más. Había llovido tanto desde aquello.       Él, sentado ahora frente a ella, presta toda su atención a la pantalla de su teléfono móvil. No hay palabras durante el desayuno, dos o tres frases sueltas durante el almuerzo, y apenas brotan unas cuantas durante la cena. No recordaba cuánto tiempo hacía desde la última vez que habían mantenido una verdadera conversación. No de las habituales de qué tal el día, donde ninguno escucha interesado la respuesta del otro hasta el final; sino de las auténticas, de las que pueden faltar palabras pero jamás se pierde el brillo en la mirada, de las de me he fijado en que cuando vistes de azul estás más alegre que cuando lo haces de negro, ¿va todo bien? O en las que previamente se prepara la c

La máquina del olvido

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      No se dejen engañar, nadie entraba de manera voluntaria en aquel lugar. Eran empujados por las miradas inquisitivas de su alrededor. Miradas de extrañeza donde se podía leer: «¿A qué esperas? Cambiar tu situación sólo depende de ti. Borrar lo que te atormenta es muy sencillo, sólo tienes que entrar ahí y saldrás libre de carga; exento de esos recuerdos que roban tu sueño. Si no eres feliz es porque no quieres». Nadie les decía que, una vez despojados de sus recuerdos, comenzar de cero no sería tan sencillo; que tropezar una y mil veces les ayudó a aprender a no caerse; ni que lo bueno conseguido sabe mejor apreciando el sacrificio; o que el dolor de una pérdida también muestra el camino de la intensidad con que se vivieron los momentos felices. Nadie advertía de esto porque cuanta más unión había en la idea de olvido, más vacíos quedaban sus corazones. (Inspirado en la frase: "No se dejen engañar: nadie entraba de manera voluntaria en aquel lugar" para El CuentaC

Haiku IV

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Por su mirada un dolor transparente inquieta el alma.

Haiku III

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Busca su rumbo naufraga entre líneas disolviéndose.

Haiku II

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Despierta la vida y frente a sus ojos camino fugaz.

Haiku I

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Cae la luz del sol, luego escapa su risa y amanece.

El plan

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      Había llegado ese día tan temido, mañana se apagaría el sol. «No creas en esas bobadas —decía su amigo—, es sólo un eclipse, no se apagará nada». Pero ella nunca había visto uno y lo cierto era que le intrigaban los rumores que corrían por el colegio. Aquella noche le costó conciliar el sueño. Durante la tarde, impulsados por los temores de ella, no habían parado de darle vueltas a todas las cosas que aún les quedaban por hacer y cómo disfrutarían sus últimos momentos:       —¿Cuánto tardaría la tierra en congelarse? —le preguntó ella.       —No lo sé… tal vez días, supongo.       —¿Por qué no trazamos un plan?       —¿Qué tipo de plan?       —¿Que te gustaría hacer en estas últimas 24 horas de sol?       —Es que no creo que vayan a serlo.       —Pero imagina que lo son.       —Pues… no sé… atiborrarme de dulces hasta vomitar, ver pelis que no me dejan por la edad, coger la moto de mi hermano… ¿y tú?       —No iría a clase mañana, le quitaría la tarjeta a m

Confianza

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      He recorrido océanos de tiempo para encontrarte —le dijo a su reflejo en el espejo. En su expresión se dibujó una sonrisa triunfal, acompañada de una mirada desafiante—, y no he llegado hasta aquí para dejarme influenciar por aquellos que sólo tratan de hacerme perder lo más valioso que he conseguido en la vida. (Inspirado en la frase «He recorrido océanos de tiempo para encontrarte» de El CuentaCuentos)