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Colores difuminados

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      Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción durante la tarde, que me parecía estar atascada en una especie de bucle. Lo cierto era que todo a mi alrededor giraba mientras yo me encontraba en el centro de la pista, bloqueada, inmóvil, con los patines puestos y sin saber si los pies me mantendrían erguida por más tiempo. Me fascinaba ver el deslizamiento y las acrobacias del chico del gorro morado, había estado toda la tarde observándole. Parecía que entre las cuchillas y el hielo tuviera una especie de corriente de aire que le transportara sin necesidad de moverse siquiera.       Decidí imitar sus suaves movimientos. Si había conseguido llegar hasta el centro de la pista sin morder el hielo, podría deslizarme alrededor de ella como los demás o, al menos, eso esperaba; no podía ser tan difícil, hasta los más pequeños lo hacían con agilidad. Mi pierna derecha estaba adelantando un buen tramo a la pierna izquierda, pero un ligero temblor acudió a mis rodillas cuan

Frente a él

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      Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma. Mientras me ponía mi vestido favorito y alisaba los pliegues con delicadeza. Al recogerme el cabello como sabía que a ti te gustaba, con algunos bucles sueltos. Cuando borré el carmín de mis labios y dejé solo un brillo transparente. Al ponerme el perfume, mi perfume o tu perfume, ése que no había vuelto a usar desde que te marchaste porque, aun siendo mío, estaba impregnado de tu recuerdo. También lo deseé en el momento en que mis pies se colaron en los zapatos, al coger el abrigo y el bolso, al mirarme en el espejo por última vez antes de salir… Ahí lo sentí más que nunca, mis ojos en su fulgor te esperaban.       Me temblaban las manos cuando empujé la puerta para entrar en aquel restaurante donde compartimos mesa la primera vez que cenamos juntos. Aquella vez. Había pasado tanto desde entonces… Encontré nuestra mesa vacía y me senté en el mismo sitio para contemplarte en mi mente, para disfrutar de esa sonrisa capaz de de

Sentidos y felicidad

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Mirar por la ventana y ver que el día que esperabas frío y gris, se ha tornado soleado. El olor a tierra mojada, a mar, a flores silvestres... a la piel cuando aún tiene gotas de agua después de un baño. Escuchar una canción y cerrar los ojos para viajar a ese momento que la hizo especial. Saborear algo y estar convencido de que, hasta ese momento, no habías probado nada igual. Sentir unos dedos recorriendo la espalda. Una mirada cómplice. El dulce olor de la cabeza del bebé cuando lo tienes en brazos. Sus primeras palabras. Cuando abre un regalo que le has entregado. Caminar sin zapatos por la playa. Disfrutar de una sonrisa que acabas de recibir. Un sabor que te devuelve a la infancia. Despertarse con el aroma del café recién hecho. Churros un domingo por la mañana. El sonido de la lluvia tras el cristal y acurrucarse bajo una manta. Un abrazo inesperado. El cielo bajo el silencio de una noche estrellada. Ese perfume que trae el recuerdo de alguien especial. E

Vistas al mar

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      Abrió los ojos al tiempo que escuchó un ruido seco, como de una puerta que se cerraba, acompañado de un rumor rítmico procedente de la ventana. Se incorporó intentando descubrir dónde se encontraba. Al acercarse a la ventana fue acariciada por una brisa que le erizó el vello de los brazos. Cogió una manta que había doblada a los pies de la cama y se la echó sobre los hombros mientras contemplaba aquellas vistas al mar, y una silueta que caminaba a lo lejos bordeando su orilla. Poco después cerró la ventana y volvió a fijarse en la habitación. Estaba decorada de un modo algo rústico y ofrecía un aire como de estar anclado en el tiempo. ¿Qué hora sería? Miró a su alrededor pero no encontró rastro de un reloj. ¿Cómo había llegado a esa habitación? Se miró y vio que sólo llevaba un escueto camisón que recordaba haberse puesto la noche anterior para dormir. Abrió un armario con la idea de encontrar alguna pertenencia que le devolviera un indicio a su memoria. ¿Qué hacía allí? La ropa

Historia de un botón

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       Cada vez que me pongo el abrigo negro y meto la mano en el bolsillo derecho, encuentro el botón que se me cayó aquel día, el segundo desde arriba. Nunca he querido coserlo. Me gusta jugar con él dentro del bolsillo, me hace recordar cómo comenzó todo. Cuando elijo ponerme ese abrigo, siempre te fijas en la ausencia del botón.      La primera vez que notaste su falta, tu frase fue: «¿Sabes que has perdido un botón del abrigo?». Yo, instintivamente, me llevé la mano al bolsillo, como para asegurarme de que se encontraba todavía allí, y contesté: «Sí, lo llevo en el bolsillo, se me acaba de caer en la oficina». Ahí aún no nos conocíamos. Estabas sentado junto a la barra de la cafetería que hay frente al edificio de oficinas donde trabajamos: tú en el departamento de contabilidad de una empresa en la tercera planta, y yo en una correduría de seguros en la sexta. Ni siquiera recuerdo haberte visto antes de aquel día. Llegué tarde a desayunar y el único hueco que encontré libre fue

La fauna independiente de mi casa

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      La verdad es que los bichos me producen bastante repelús. Aún así, el tener en casa a tres amantes de la naturaleza “bichera”, me ha hecho convivir con unos cuantos ejemplares en lo que va de año. Los que me conocéis sabéis de sobra mis aventuras con las mascotas en casa. Aunque con estas experiencias también he descubierto cosas que han cambiado mi forma de actuar, no sé si para bien o para mal, porque a veces se vive mejor en la ignorancia. Por ejemplo: ya no me produce placer caminar descalza sobre la hierba. Nunca me había detenido a pensar en la fauna que se esconde bajo ese manto verde inmaculado… pero después de ver a mis hijos rebuscando entre la hierba y sacar lombrices varias, cochinillas gigantes, grillos de dudosa identidad, “salamandrijas” (como las llaman ellos, imagino que para no fallar con la variedad encontrada), y arañas de un tamaño considerable; ha habido un antes y un después en mi relación con el césped, y me cuesta poner un pie desnudo sobre él. 

Yo no le encuentro el placer...

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      Estoy cansada de fracasar en el gimnasio. No sé, debo de ser un bicho raro, pero no consigo sacarle el gustillo a eso del sufrimiento corporal, y mira que lo intento. He probado natación, aerobic, fitness, GAP, sping-bike, body pump, body combat… y siempre me pasa lo mismo: me aburro. Llega septiembre y, después de un veranito de relax, cañas a tutiplén en terracitas varias, helados, etc., decido ponerle remedio y compensar con un invierno sano a base de dieta y ejercicio. Con las ideas bien claras al respecto, elijo una modalidad deportiva, me apunto tres días por semana en el gimnasio más cercano, y me planto en Decathlon para equiparme: tres modelitos diferentes, uno para cada día; una mochila a juego; unas zapatillas impresionantes anti deslizamiento en tarima; unas cuantas toallas de última generación (esas que son como una Ballerina, pero sin el como) y claro, a juego con los colores de los modelitos de cada día; una botella especial para el agua, etc. Y de esa guisa me

Un libro, un recuerdo

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      Llevaba un rato reorganizando los libros de las estanterías cuando se topó con aquel viejo ejemplar. Hacía años desde la última vez que lo abrió. Lo sacó del estante y se sentó con él para echarle una ojeada. Lo revisó atentamente por fuera, repasando con la yema de los dedos las letras del título en relieve sobre la portada. Eran tantos los recuerdos que se agolpaban en su mente con aquel libro entre las manos, que tuvo la sensación de que, al abrirlo, los vería pasar uno por uno frente a sus ojos. Aquel fue el primero que él le regaló.       Aunque la luz no daba de lleno en aquel cuarto, observó que el canto de la cubierta había adquirido un tono amarillento debido al paso de los años. ¿Cuántos habían sido exactamente? Sabía que la respuesta la encontraría dentro, en la primera página. Lo abrió lentamente y se lo acercó al rostro, cerró los ojos e inspiró profundamente el aroma del papel. Conocía perfectamente cómo sería aquel olor, no le costó a su cerebro ningún  esfue