El Capricho
Respiraba con agitación por la carrera. Cuando llegó a la puerta del parque, casi sin aliento, un vigilante le anunció que ya estaban cerradas sus puertas, pues el horario de invierno había entrado en vigor y otro vigilante se encontraba dentro haciendo la ronda de desalojo. Sólo le quedaba esperar fuera a su acompañante. Ella le esperaba dentro con impaciencia, frotando sus frías manos y paseando de un lado a otro del punto de encuentro. Era la primera vez que se verían a solas y para ello habían elegido un parque llamado El Capricho. La escena se situaba en una tarde fría de finales de otoño. Las hojas de los árboles revoloteaban por el suelo al compás de la brisa, formando una alfombra viviente y mezclándose caprichosamente unas con otras. Los cisnes y patos del estanque, nadaban las gélidas aguas de los riachuelos que recorrían en parque, acostumbrados e inmunes a la presencia de la intrusa que vigilaba sus movimientos con los pensamientos en otro lugar.