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El Capricho

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      Respiraba con agitación por la carrera. Cuando llegó a la puerta del parque, casi sin aliento, un vigilante le anunció que ya estaban cerradas sus puertas, pues el horario de invierno había entrado en vigor y otro vigilante se encontraba dentro haciendo la ronda de desalojo. Sólo le quedaba esperar fuera a su acompañante.       Ella le esperaba dentro con impaciencia, frotando sus frías manos y paseando de un lado a otro del punto de encuentro. Era la primera vez que se verían a solas y para ello habían elegido un parque llamado El Capricho. La escena se situaba en una tarde fría de finales de otoño. Las hojas de los árboles revoloteaban por el suelo al compás de la brisa, formando una alfombra viviente y mezclándose caprichosamente unas con otras. Los cisnes y patos del estanque, nadaban las gélidas aguas de los riachuelos que recorrían en parque, acostumbrados e inmunes a la presencia de la intrusa que vigilaba sus movimientos con los pensamientos en otro lugar.  

Tardes de siesta

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      "El calor hace que las terrazas se llenen y aumente el consumo de cerveza y refrescos. Según una encuesta realizada..." Escuchaba, somnolienta en el sofá, parlotear al presentador del telediario. Me levanté a tomar un vaso de agua fresca para saciar la sed que me había transmitido a modo de publicidad subliminal. Revisé el frigorífico de arriba abajo, pero no encontré ninguna botella dentro. La cubitera estaba guardada sin agua en el congelador, así que me resigné a tomar el agua del tiempo. Al abrir el grifo, un ruido sordo y a trompicones me indicó que habían cortado el suministro. Decidí abrir la ventana, no es que fuera a saciar mi sed, pero de pronto hacía un calor excesivo y noté que sudaba.       Abrí una botella de vino tinto, era el único líquido que encontré en la despensa, a parte del aceite de oliva y el vinagre. Engullí media botella de un trago y habría terminado con ella, si no me hubiese interrumpido el sonido del timbre de la puerta.       Un hombre

Una puesta de sol

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En la Travesía literaria participo en una liga titulada “Letras que forman países”. Nos han propuesto escribir sobre un país que nunca hayamos visitado, a mí me tocó escogerlo de la parte de África de este a sur. En esta primera fase de la ronda, tengo que retratar el país desde el punto de vista de alguien que lo visita por primera vez. Ahí os dejo lo que ha salido.       Me desperté sobresaltada por un griterío formado en la calle que atravesó el silencio que habitaba en mi habitación. Me desorienté por unos instantes al abrir los ojos, aunque reconocí de inmediato dónde me encontraba al ver las maletas a los pies de la cama. No había sido un sueño, después de tantos años dándole vueltas y barajando todas las posibilidades, me había decidido a emprender aquel viaje, sin saber lo que la vida allí me depararía ni si lograría encontrarle.       La llegada había resultado menos complicada de lo que imaginé. Quizá el haber encontrado una compañera de aventura, hacía más sencillo

Carta desde Verona

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      “Si algún día nos encontramos en Verona te invito a cenar”   Fue la frase que daba fin a aquella carta que encontró en el buzón.  Realmente la carta no iba dirigida a ella, pero le hacía mucha ilusión pensar que si algún día visitaba aquella ciudad donde Shakespeare situó el escenario de la historia de amor más famosa del mundo, posiblemente, un desconocido estaría dispuesto a compartir su mesa con ella en un restaurante situado en algún lugar recóndito, y ambientado por la atmósfera que desprende la ciudad.        No acostumbraba a fisgar en buzones ajenos, pero en esta ocasión el cartero introdujo la carta en la ranura equivocada. Y no la hubiese leído de haber estado cerrada, pero se trataba de una postal. También la habría depositado en su lugar correspondiente de haber sabido cuál era, en la dirección de destino lo único que aparecía era el nombre de la calle; así que decidió, para no dejar aquellas palabras tan bonitas perdidas en el vacío, contestar al remitente: “Por e

Mejor el móvil...

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      Había convertido en batuta la cucharilla del café y con los ojos cerrados, sentada a la mesa de la cocina, siguió el compás de aquella música que sonaba en el despertador de su mesilla en la habitación, a todo volumen.       Mientras se deleitaba con placer en el punto álgido de la melodía, sintió una presencia extraña clavada en su espalda.  Se giró lentamente y fue abriendo los ojos muy despacio, encontrándose de frente con un completo desconocido mirándola fijamente. Soltó la cucharilla del café que cayó al suelo y agarró el cuchillo de la mantequilla ¡Cómo hubiese deseado estar cortando carne en vez de desayunando, y portar un arma mejor!. Fue retrocediendo poco a poco sin perder de vista al desconocido, mientras él no le quitaba ojo al cuchillo. Cuando se vio a la altura del pasillo, corrió hasta su dormitorio y cerró el pestillo por dentro.       Dio unas cuanta vueltas por la habitación, no sabía dónde podía esconderse ni qué hacer, si hubiese  podido pedir un deseo,

Mujer joven busca...

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MUJER JOVEN BUSCA: Al hombre de su vida para cambio de rumbo. Rubia, ojos azules, ni gorda ni delgada, apariencia normal, divertida.       Al ver este anuncio imaginé a la mujer de mis sueños. Un bombón de ojos azules y tez delicada. Es lo que tiene la imaginación, que va sin límites.       Llamé al teléfono del anuncio para concertar una cita y quedé con ella en una cafetería. Cuando entró con la flor en la mano,  tiré la mía debajo de la mesa y me dirigí al servicio. Mi imaginación me la había jugado, pues no era lo que esperaba. Era rubia, los ojos podían ser azules, estatura media; no estaba gorda, pero delgada tampoco, y por la edad podía ser perfectamente mi madre.       Cuando salí del baño, vi que había ocupado mi sitio, me acerqué a la barra para pagar la cuenta y salir corriendo. El camarero me hizo un gesto como si hubiese descubierto que ella era mi acompañante. Pagué también lo de ella y salí sin mirar atrás.       Al salir a la calle, una bofetada de frío me

Estilismos varios...

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      En muchas ocasiones nos obsesionamos por ir vestidos a la moda o más bien, por no ir pasados de ella para no dar el cante. Aunque en los tiempos en en los que vivimos, en que todo vale, más se da el cante por lo primero que por lo segundo; o quizá por salirse de los límites que marcan las tendencias y ser el más original o el primero en llevarlo.       De esta forma hemos pasado por criticar lo que nos ha parecido estrafalario, para unos meses más tarde, sucumbir a sus encantos y pasear alegremente por las calles con eso mismo puesto. ¿Qué yo dije qué? Nos sorprendemos diciendo. Son cosas del ajuste visual frente a la moda.       Aunque hay que reconocer, que de la moda que sale a la calle (en las pasarelas ni me meto, pues imagino que la mayoría de los modelitos calificados por mí como “imposibles de salir a  la calle”, son más bien la fantasía o el arte creado por los diseñadores para hacer el espectáculo que  se espera de ellos, que para vestir  fuera de ellas o de las

Consciencia (Cap. II)

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Leer primero: Consciencia (Cap. I) enlace       Nadie creyó su versión de los hechos. Por más que insistió a la policía, no hicieron caso a su explicación absurda de que le mató ver la foto de una niña mirando a su objetivo.       Tardó en recuperarse de aquel incidente. Se sentía culpable de lo que le había sucedido a su tío y no sabía cómo afrontar la situación; si dejarlo estar o seguir indagando en aquella iglesia, donde no había vuelto a poner un pie desde el día de aquellas comuniones.       Cuando tuvo aquella visión en las fotos, corrió al hospital donde se encontraba su tío en recuperación, para saber si había vivido este, una experiencia similar. Su tío, muy tranquilo e incluso riendo por la historia tan peculiar que le contaba el sobrino, le contestó que no le había ocurrido nada parecido, que si no sería producto de tantas películas de ciencia ficción que se tragaba en el cine. Pero cuando le enseño la fotografía de la niña del vestido rosa, su rostro adquirió un