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Tiempo, ganas... inspiración

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      «No pienses que te voy a pedir perdón, porque no lo haré», le dijo Eltiempo a Lasganas  como broche final de aquella acalorada discusión. Lainspiración había estado pendiente de la conversación sin intervenir, buscando su opinión al margen de ellos para posicionarse de una forma objetiva. Finalmente, antes de que el diálogo quedara en el olvido, decidió hablar:       ―Deberías pedirle perdón a Lasganas . Desde mi punto de vista, ella no es indispensable. Si él prescindiera de ella, ¿crees a caso que tú serías más útil? En mi opinión, iría de cabeza al abandono. Es más, ya lo hemos comprobado otras veces: lo más probable es que buscara a Milexcusas para que le convenciera de que no vale para esto.       ―Pero estarás conmigo ―intervino de nuevo  Eltiempo ― en que sin mí, por mucho que esté ahí Lasganas queriendo tomar el mando, todo quedaría en intención.       ―Me temo que ahí pecas de vanidad. Lasganas tiene suficiente poder como para quitarte espacios en e

Destino

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Escrito en feb 2011- I Edición de Microjustas literarias (ronda 2) Tema: líneas paralelas. Caminé a tu lado, reí con tu risa, lloré con tu llanto, acomodé mis manías, me hice a tu medida… Me pregunto si el infinito convergirá en algún punto nuestras vidas.

Miradas

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Escrito en feb 2011- I Edición de Microjustas literarias (ronda 1)  Tema: secreto.            Se cruzaron sin mediar palabra, en sus miradas estaba el testigo silencioso de sus recuerdos. Ambos siguieron sus  caminos, cogidos por la mano de sus respectivas vidas.

Microjustas de nuevo (IV edición)

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           Como ya hiciera en septiembre del año pasado, he vuelto a participar en la cuarta edición de Microjustas Literarias. Mismas reglas: eliges un tema de la lista, solo dos contrincantes por tema, 50 palabras como máximo y a combatir. Los temas eran "floripondios". Elegí Gladiolo y, sí, otra vez caí en la primera ronda... Aquí dejo el trayecto de mi espada como recuerdo de mi participación en el torneo: Sumisión       Pidió grabar en su escudo un gladiolo como símbolo de la victoria que ya podía oler desde su mente de invicto.       ―¡Sólo uno puede quedar vivo! ―gritaban.       Al ver a su oponente, un sudor frío le recorrió la espalda. Su hijo bastardo no sabía que tenía la victoria asegurada.

Y fue con una poesía...

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      Esto que traigo es algo muy especial para mí. Ya lo era cuando lo escribí. Es una poesía que envié a un proyecto titulado “In absent(i)a” donde veinticinco seleccionados por un jurado, entrarían a formar parte de esta antología. Hoy he recibido mi ejemplar, por ser mi poema uno de los elegidos. Imagino que cuando lo leáis os sonará a algunos de vosotros, lo escribí hará cerca de un año y medio aquí en mi blog. Así que hoy me repito porque me hace mucha ilusión mi primer premio nacido de mi pluma. El viejo desván. Once metros pueden parecer miles, y mil kilómetros pueden ser dos centímetros, si la unidad de medida es de dos niños que juegan en un desván. Un segundo puede durar un día, y diez años pueden ser un suspiro, si el reloj que lo vigila lleva el ritmo de aquel lugar. Mil cuentos pueden resumirse en una palabra, y una mirada entre ellos contar toda una historia, mientras sus cuerpos se alejan como las partes de un mismo imán. Una foto pued

El arma no estaba en su sitio

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      Abrió la puerta muy despacio y contuvo la respiración hasta que el pestillo hizo clic a su espalda. Cogió un paraguas que no recordaba haber colgado en aquel perchero y se lo colocó sobre el hombro a modo de bate de beisbol. Cuando sus ojos se acomodaron a la penumbra caminó por la estancia. Por el momento no había signos de que la casa hubiera sufrido un atraco. Todo parecía estar en su sitio y a la vez tenía la sensación de que nada estaba en su lugar. Cuando llegó se había encontrado la puerta abierta y aquello no podía haber sido un descuido suyo, estaba completamente seguro de haber echado la llave. Siempre lo hacía. Por segunda vez esa noche le entraron unas ganas incontrolables de vomitar. Todo le daba vueltas y el silencio de la casa se había convertido en un zumbido sordo para sus oídos. Abrió unas cuantas varillas del paraguas y soltó la vomitona dentro, reaccionando justo a tiempo para no estropear la alfombra. Escuchó un sonido procedente del dormitorio. Miró a su al

Colores difuminados

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      Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción durante la tarde, que me parecía estar atascada en una especie de bucle. Lo cierto era que todo a mi alrededor giraba mientras yo me encontraba en el centro de la pista, bloqueada, inmóvil, con los patines puestos y sin saber si los pies me mantendrían erguida por más tiempo. Me fascinaba ver el deslizamiento y las acrobacias del chico del gorro morado, había estado toda la tarde observándole. Parecía que entre las cuchillas y el hielo tuviera una especie de corriente de aire que le transportara sin necesidad de moverse siquiera.       Decidí imitar sus suaves movimientos. Si había conseguido llegar hasta el centro de la pista sin morder el hielo, podría deslizarme alrededor de ella como los demás o, al menos, eso esperaba; no podía ser tan difícil, hasta los más pequeños lo hacían con agilidad. Mi pierna derecha estaba adelantando un buen tramo a la pierna izquierda, pero un ligero temblor acudió a mis rodillas cuan

Frente a él

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      Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma. Mientras me ponía mi vestido favorito y alisaba los pliegues con delicadeza. Al recogerme el cabello como sabía que a ti te gustaba, con algunos bucles sueltos. Cuando borré el carmín de mis labios y dejé solo un brillo transparente. Al ponerme el perfume, mi perfume o tu perfume, ése que no había vuelto a usar desde que te marchaste porque, aun siendo mío, estaba impregnado de tu recuerdo. También lo deseé en el momento en que mis pies se colaron en los zapatos, al coger el abrigo y el bolso, al mirarme en el espejo por última vez antes de salir… Ahí lo sentí más que nunca, mis ojos en su fulgor te esperaban.       Me temblaban las manos cuando empujé la puerta para entrar en aquel restaurante donde compartimos mesa la primera vez que cenamos juntos. Aquella vez. Había pasado tanto desde entonces… Encontré nuestra mesa vacía y me senté en el mismo sitio para contemplarte en mi mente, para disfrutar de esa sonrisa capaz de de