Noches de verano
Fotografía de Eduardo Margareto Todas las noches salíamos a tomar el fresco. En cuanto se encendían las luces de la calle, se podía escuchar el tintineo de los tenedores a través de las ventanas, rematando la cena o recogiendo antes de acudir a la cita nocturna, cada cual con su silla de enea. La esquina de nuestra casa era la elegida en aquella calle; el viento, o su ausencia en los días más calurosos, se cruzaba allí con más libertad y mecía sus voces compartiendo recuerdos. Las risas alborotadas con alguna anécdota, el canto de los grillos y el griterío de los niños jugando a nuestro alrededor eran siseados por las lechuzas en su particular forma de ulular. Yo sacaba mi libro con la intención de perderme en su lectura bajo la farola, aunque rara vez conseguía pasar de una página. Era imposible abstraerse de aquel espectáculo de vida. (Inspirado en la imagen de Eduardo Margareto para el concurso de microrrelatos: Dónde lees tú )