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Mostrando las entradas etiquetadas como Senderos de papel

Senderos de papel (Cap. X)

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  Rotación       Adela llegó a Madrid al día siguiente. En su buzón encontró un pequeño paquete procedente de Londres, y que por la fecha, debía de llevar allí unos cuantos días. Lo abrió sin mucho interés, imaginando que sería algún catálogo de la publicidad que, de vez en cuando, Israel solía enviarle. Pero lo que encontró dentro fue un libro titulado «Senderos de papel» El autor ¡no podía creerlo! era Israel. En la primera página, donde habitualmente aparece la fecha de edición, editorial o ISBN del libro entre otras cosas, sólo ponía: Edición limitada. Un sólo ejemplar. En la siguiente página había un párrafo manuscrito que decía: «La vida está formada por senderos que se entrelazan. Unos son sólidos como el acero, otros son frágiles como el papel. Los caminos frágiles suelen romperse con facilidad, y nos llevan a constantes idas y venidas; subidas y bajadas; convirtiendo nuestra existencia en un mar de sensaciones.»       El libro estaba impreso como uno de verdad. Hablaba s

Senderos de papel (Cap. IX)

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Una burbuja de aire       Adela quedó convencida con los argumentos que le dio el padre de Israel, y como habían acordado, esperaría a que fuese su amigo quien desvelase el parentesco entre ellos. Habían pasado tres meses desde que se marchó a Londres, y siempre tenía algún imprevisto que le impedía hacer una escapada, así que se planteó la posibilidad de ser ella la que le sorprendiese.       Israel se sentía absorbido por el trabajo. Echaba de menos su vida en Madrid, el clima, sus costumbres, odiaba la comida inglesa y, para colmo de males, llevaba casi tres meses sumergido en una relación que no le llevaba a ninguna parte. Se llamaba Lucia y era española, llevaba un año estudiando en Londres, y la conoció en la cola de unos grandes almacenes al darse cuenta ambos, que llevaban en la mano libros en español, pero no se dijeron nada con palabras, sólo algún gesto con la mirada. Al salir de los grandes almacenes llovía, y cuando ella abrió su paraguas, él, sin pensárselo dos veces,

Senderos de papel (Cap. VIII)

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  En un barco de papel      ―¿Nerviosa? ―preguntó Israel, que había aprovechado la incorporación de Adela a su trabajo, para desearle un buen día.       ―Más de lo que esperaba.       ―Tranquila, todos pasamos constantemente por una primera vez en algo, mi padre el primero.       ―¿Tu padre? ¿Israel estás bien? Sólo una vez me habías mencionado a tu padre, y fue para decirme que no querías hablarme de él… ¿Ha ocurrido algo?       ―No sé por qué he dicho eso… ―contestó Israel titubeando. Era el primer día y a punto estaba de meter la pata―. Es un hombre muy exigente, y aún así siempre ha sido muy considerado en este aspecto… Me ha salido sin pensar.       ―Mi jefe es de la misma opinión, me lo dijo en la entrevista, seguro que se llevarían bien ―Insistió Adela, aprovechando que por fin Israel soltaba prenda sobre un tema prohibido.       ―Pues nada, te dejo no vayas a llegar tarde, mucha suerte. Cuando tengas un hueco escríbeme un correo y me cuentas qué tal te ha ido. Yo tengo… ―Isra

Senderos de papel (Cap. VII)

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Palabras que se queman dentro       Adela siempre había procurado mirar a Israel con los ojos de la amistad, se había convencido de que él no era su perfil ideal, como si aquella norma que le había impuesto a su cabeza pudiera ser aceptada por su corazón sin más; ignorando que los sentimientos no entienden de perfiles, ni de reglas, ni de intención. Estaba acostumbrada a compartir su vida con él, cualquier mínima inquietud que tenía era un buen motivo para llamarle y pasar un buen rato al teléfono, o bien para quedar para tomar algo y pasear las calles de la ciudad. No había un rincón del casco antiguo madrileño, que no tuviese una instantánea, como testigo, de sus encuentros. Sin embargo Israel no actuaba de la misma forma, él guardaba celosamente su intimidad, nunca hablaba de su familia, ni de su vida de antes de conocerse, y esto hacía que siempre quedase entre ellos una pequeña distancia, una muesca en aquella burbuja de cristal que habían construido.       El día que se de

Senderos de papel (Cap. VI)

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Un mundo a medida       El padre de Israel llamó a Adela, para una entrevista, a primera hora de la mañana. Israel sabía que Adela era una mujer valiente, y que no tendría ningún problema para desempeñar el trabajo con calidad y perseverancia. Le dijo a su padre que no se arrepentiría de hacerle ese favor, que si le concedía la oportunidad de entrevistarse con ella, no quedaría defraudado con su recomendación.       El trato pactado con su padre era que, de momento, ella no se enterase de su parentesco. Prefería ocultar por un tiempo la identidad del que, estaba seguro, decidiría ser su jefe. Conocía la personalidad que ella poseía, y no quería restarle el mérito de haber conseguido el puesto por su valía. El carácter de eterna autosuficiencia de Adela, había enseñado a Israel a manejar las situaciones delicadas entre ellos, con habilidad y maestría. Con el tiempo, cuando ella se sintiese segura y reconfortada en su puesto, le explicaría que él tan sólo había sido la vía de contac

Senderos de papel (Cap. V)

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Un mar de lágrimas       Israel permanecía sentado delante de su ordenador mientras su teléfono móvil en modo de vibración, no paraba de retumbar en la mesa. No quería coger la llamada. La pantalla le mostraba que se trataba de Adela y estaba cansado de sus conversaciones, de que pasara la mayor parte del tiempo describiendo encuentros que no eran los suyos, y admirando cada detalle con el que su adorado Marcos le sorprendía a cada instante.       Adela tenía razón en una cosa, Israel le tenía totalmente atragantado: “Que si Marcos dice esto... que si Marcos hace lo otro... mi madre está muy contenta con Marcos y me pregunta por él a todas horas...”. Lo que Adela quizá ignoraba era la naturaleza de esa manía, a veces contenida, hacía su pareja.       No entendía por qué Adela era tan superficial. No estaba seguro si había sido así siempre o se había vuelto de repente. Quizá había estado demasiado ciego dejándose llevar por sus sentimientos. Cuando estaban juntos se olvidaba del

Senderos de papel (Cap. IV)

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Un mundo que se aleja       Adela no entendía por qué Israel se estaba apartando de su vida. Llevaban casi dos años siendo amigos y cada vez le sentía más lejos y distante. Echaba de menos aquellas charlas, cuando iba a recogerla a la cafetería y la acompañaba a casa. Se pasaban horas y horas en su habitación escuchando música, compartiendo sus sueños y liberando sus penas. Aquellos habían sido los mejores momentos de su vida en aquella fría y bulliciosa ciudad.       Ella no había sido la única de la que se había apartado, Israel había abandonado su rincón del parque del Retiro. La música parecía haber alejado el hechizo que se apoderaba de él. De repente se había vuelto un joven ambicioso, y no paraba de ir de un lado a otro buscando financiación y socios, para un nuevo proyecto de negocio. Aquel chico seguía siendo un enigma, a veces sentía que sabía todo sobre él, pero realmente apenas sabía nada sobre su vida, ni su pasado.       Adela seguía trabajando en la cafetería. Ya

Senderos de papel (Cap. III)

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El mundo a sus pies       ―Hola mamá, no sé si voy a poder hablar mucho contigo, es que estoy en una cafetería y he quedado para tomar café con Israel. No me apetece que siempre se trague nuestras conversaciones.       ―Hola hija, parece que nunca doy con el momento acertado ¡Mira que eres arisca! Cuando no estás en el trabajo, es que no estás sola...       ―Lo siento, ya sabes que soy un poco brusca pero es que la vida aquí es mucho más ajetreada que allí. Aquí se vive con un cronómetro insertado en la cabeza.       ―¡Qué tonterías tienes Adela! ¿Y qué tal en la oficina, que nunca me quieres contar nada?       ―Todo bien mamá. No te cuento nada para no aburrirte. Allí como siempre, todo el día de papeleos, llamadas... ¡Es un no parar! ¿Y por allí qué tal?       ―Todos bien. La abuela te manda un beso. Y dice que te cortes un poco el pelo, que cuando estuviste aquí te vio más flaca y con el pelo tan largo ni se te ve la cara. Tu prima dice que la próxima vez que vengas, se va con

Senderos de papel (Cap. II)

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  Leer antes: Senderos de papel I La chica de los ojos cerrados       Tres pequeñas gotas de agua aterrizaron en la mano que sujetaba el arco de su violín, formando parte del preludio que abordaría a aquella tarde de frío invierno. Se había formado un pequeño grupo de gente a su alrededor. Mientras tocaba el primer movimiento del otoño, del gran maestro Vivaldi, un señor con un sombrero negro y bastón, se acercó y depositó unas monedas, con tan mala suerte que dos de ellas rodaron fuera de la funda del violín que el músico había colocado a modo de arca. El desconocido echó un vistazo a su alrededor, y al no ver el paradero de las monedas, hizo un gesto al músico de resignación, a lo que el músico contestó con un guiño y una enorme sonrisa.       Él sí tenía perfectamente localizadas las monedas. Habían ido a parar a los pies de una joven que llevaba más de quince minutos escuchando su música. La había visto varias veces pasar delante con un paraguas rojo colgado del brazo y un abr

Senderos de papel (Cap. I)

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Senderos de Papel es el título de mi gran travesía en "Travesía literaria". La comencé en marzo, y aún estoy atascada más o menos por la mitad. He decidido ir publicándola para ver si así me obligo a arrancar de nuevo. Este capítulo está basado en una de las canciones que nos proponían, otros están basados en imágenes, pecados capitales, etc. Os dejo con el primer capítulo, y aunque cada uno tiene su título, todos pertenecen a la misma historia. Cuando despierte       Era la tercera entrevista que hacía esa semana. Llevaba más de tres meses en la ciudad y sólo había tenido suerte durante una semana en que la contrataron como personal de limpieza, sustituyendo una baja en unos grandes almacenes. También había conseguido un trabajo para los fines de semana como cajera en una gasolinera, y que aún conservaba. Subsistía con los pocos ahorros que su madre había podido darle cuando decidió marcharse de su pueblo, hacía ya casi cuatro meses, y el sueldo de los fines de semana que