A qué huelen las nubes



      ¡Ay, los olores...! Vaya anuncios más ridículos que se marcan las compresas, no entiendo por qué se empeñan en convertir la regla en algo maravilloso y emocionante; si la regla, por mucho que la disfracen, es una jodienda que no nos queda otra que pasar, mes tras mes, y cuya fecha, por h o por b, siempre nos obsesiona. Si llega, porque vaya faena justo este fin de semana que me iba a tal sitio, y ahora tengo que estar pendiente de cambiarme y llevarme artilugios varios, y espero que no sea de esas dolorosas… Y si no llega, vaya putada, no puede ser, como me haya quedado embarazada me da algo… a ver, cuándo me vino la última vez, cuento, recuento, vuelvo a contar, es  imposible… y lo contenta que te pones, incluso a dar saltos, cuando aparece, que ya te da igual que ese fin de semana tengas planes de irte fuera, la boda de tu prima, si te duele a rabiar, o que te hayas quedado de golpe sin tampones, ¡en ese momento la adoras!! Bueno, que me voy del tema, pues eso, que en los anuncios lo quieren hacer todo muy pizpireta y alegre, como si fuéramos idiotas perdidas y ya con los bailecitos que se marcan las del anuncio conseguimos pensar que tener la regla con esas compresas es chupiguay, con colorines, confeti y trompetitas… ¡Uy los colorineeeeessss…!! ¿Por qué no empaquetan los tampones y las compresas con colores menos llamativos? No sé, el blanco, por ejemplo, que se ve muy limpio e higiénico… Porque vaya tela con mis hijos, ahora no, pero de pequeños, cuando la altura de su cabeza era darse de bruces con el armario de debajo de mi lavabo, eran un imán para ellos los colorines, oiga… No había día que no me encontrara con unas cuantas compresas abiertas y pegadas en las paredes, o unos cuantos tampones flotando como peces globo inertes en el lavabo o el bidé, y los aplicadores rodando por el suelo; que se le ocurre a cualquier vecino llamar a casa en ese momento y sale de ahí un programa de esos de la Sexta titulado “Qué clase de guarra vive aquí”. 

    La verdad es que, en general, no sé si lo he dicho alguna vez, me encantan los anuncios. Soy de esas personas que no soporta que su marido, en cuanto llega el intermedio de una peli, se ponga a hacer zapping para ver qué hay en otros canales y no perder el tiempo viendo anuncios. Cuando estoy sola los veo todos. Es más, alguna vez mi marido ha hecho zapping para engancharse a otra película porque no le gustaba la misma que a mí, ha dejado la tele en la otra peli y se ha ido a la habitación a verla, se ha puesto en anuncios, y yo me he quedado viendo los anuncios del otro canal y de pronto darme cuenta de que me estoy perdiendo mi película. Y mis hijos tienen tela marinera con los anuncios… El otro día estaba frota que te frota la mampara de su baño por la cal, entra el mayor y me dice: “eso se quita en un bang con Cillit Bang”. “Anda, niño, no hagas caso de todas las tonterías que dicen en los anuncios”. Y salta el pequeño detrás: “es verdad, mamá, y metes una moneda y sale de oro”. Total, que por la tarde voy con ellos a hacer la compra, pasamos por el pasillo de limpieza y me dicen: “mamá, cómpralo, ya verás, ya verás”. Y yo toda chula (como se me había terminado el limpiador del baño y, total, tenía que comprar uno) les dije: “bueno, os voy a hacer caso, pero es un reto, como no se quite en un bang ya no hacemos caso a los anuncios, ¿eh?”. “Y si se quita, luego compra el que es de color verde, que la grasa desaparece” (¿es normal que mis hijos se chupen con tanta intensidad los anuncios? ¿Y que cuando pasen por los detergentes y leen Wipp Express lo hagan entonando la cancioncilla que seguramente estéis entonando vosotros ahora para rememorar el anuncio?). Bueno, el caso es que con la cal que hay en Málaga… y todo lo que me cuesta quitarla de la mampara, lo llevaban claro si pensaban que iban a ganarme el reto… Pues qué jodidos niños, la madre que lo parió, y bendito anuncio, que sí, que rocié la mampara con el dichoso producto, pasé una balleta y no tuve que frotar ni un ápice, se llevó la cal en un bang de verdad de la buena, ¡como si fuera polvo! Y yo comprando el sucedáneo de marca blanca, frota que te frota y que no había manera de dejar la mampara cristalina!!! En fin, que ya tengo al futuro sustituto del quitagrasas apuntado. Y de lo orgulloso que estaba luego con la recomendación tan satisfactoria, yo no sé si porque estaba esperando encontrar otra panacea para hacerme la vida más fácil, el caso es que durante la cena salió el anuncio de Hemoal, y me dice: “¡mira, Hemoal!" (así, con admiraciones y todo). Yo no daba crédito a la frase, vamos a ver, ¿me estaba recomendando Hemoal? ¿A son de qué? Y lo que aún me parecía más desconcertante, ¿este niño sabe lo que son las hemorroides? Así que se lo pregunté directamente: “pero, a ver, ¿tú sabes qué es el Hemoal?”. “No sé, ¿una medicina para el culo?”. Y ahí lo dejé, no indagué más, para qué le iba a pedir más detalles, ya solo me quedaba rezar para que no saliera el anuncio de Vaginesil o el de Durex play sabores, posiblemente acompañado de preguntas que no me apetecía contestar…

      En fin, que yo no había venido aquí a hablar de anuncios, la verdad, que todo esto ha venido por el olor que tenía hoy mi casa, y quería contar a qué huele mi casa un día como hoy. Mejor dicho: el olor que suele tener mi casa cuando me meto de lleno en una novela (a escribirla me refiero) ¿y sabéis cuál es? Pues huele a guiso quemado, porque eso es lo que me ocurre cuando me adentro en mis escritos, que no sólo pierdo la noción del tiempo, sino que pierdo algunos de mis sentidos, incluido el del olfato… Y la peor parada ha sido la olla, no sé si preguntarles a mis hijos cuando vuelvan sobre algún productito así apañado para fondos calcinados.

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