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Mostrando entradas de 2014

Rebobinar

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Camino deprisa. Nos despedimos. Lágrimas. Confiesas que hay otra. Hablas apenado. Nos sentamos. Me abrazas. Apareces. Soy feliz. Pausa. (XIV Microjustas Literarias. Tema: Tiempo)

Barbie Malibu

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      La vio cruzar hacia ellos, contoneándose. Se quitó el casco, encendió un pitillo, y cuando la tuvo a tiro para lanzarle el piropo, ella desapareció en la zanja. (XIV Microjustas Literarias. Tema: Peón)

Esperanzas

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             Se tumbó en la playa junto a ella, observando el cielo. Buscaban entre las estrellas una fórmula para detener el tiempo. Enlazaron sus manos, cerraron los ojos y pidieron un deseo. Se miraron, sonrieron, se amaron en silencio. Mañana la deportarán, pero hoy aún pueden soñar despiertos. (XIV Microjustas Literarias. Tema: "Imagina que no hay países")

Si pudiera pedir un deseo antes de morir

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      «¡Regresa! ¡No puedes respirar ahí fuera!», me advirtieron a voz en grito.  Primero fue la luz que se coló, precediendo al trueno; como broche de aquella vida de oscuridad. No quise escuchar sus súplicas.        Y decidí que era lluvia.   (XIV Microjustas Literarias Tema: estatuas)

Despechada

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      Llevaba tiempo intentando conquistar su corazón, pero el muy cabrón se la tiraba y volvía tranquilo junto a su esposa. El horno sonó, el asado estaba listo. Puso la mesa, conectó la cámara del móvil y se colocó los pechos; iba a pillarle por los huevos.      Otro nuevo plantón. (Microjustas literarias  XIV  Tema: horno, huevos y sabor amargo)

Amores de barra

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            Le dijeron que su media naranja estaría por ahí, que tarde o temprano se cruzarían, y a su corazón ya no tendría que darle cuerda porque, juntos, palpitarían al mismo son.        –¡Y qué culpa tengo yo de que me conocieras borracha! –respondió el pomelo dando un portazo. (Microjustas literarias XIV Tema: La naranja mecánica)

A tres días en la cuenta atrás

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      Este es un año muy raruno para mí desde que comenzó en enero. Me muevo en una montaña rusa de picos altos y bajos, que se suceden cada cierto tiempo y a los que tengo que acostumbrarme, no queda otra. A los altos es fácil acomodarse y los espero como agüita de mayo. Pero los unos, al final, siempre vienen acompañados de los otros. Aunque entre ellos también hay pequeños periodos en los que navego en una especie de balsa. Y ahí, subida en la montaña o navegando, en lo que hoy por hoy es mi día a día, decidí sumergirme en la escritura de mi tercera novela, en la que no quiero volcar todas esas sensaciones porque mis personajes bastante tienen con vivir su vida, para tener que cargar también con la mía.       Ahora estoy en uno de esos picos altos. Ya noto cómo empiezo a subir y acelerarme. La cuenta atrás ha comenzado. A mis personajes les he preparado la maleta con mucho mimo para estas segundas vacaciones que voy a darles. Volveré a mediados de septiembre, cuando me en

Caramelos de menta

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      Buscó en su bolsillo el tacto del envoltorio, recorrió con los dedos su forma, la textura rígida y crujiente del papel. Podía imaginar el sonido que haría al desenvolverlo, pero no oírlo dentro de aquel vagón atestado de gente, ni con el ruido estridente de los railes. Era un convoy de los antiguos, de esos con las luces en agonizante parpadeo. Siempre tuvo miedo a los túneles del metro. De niño le hizo frente a una pesadilla en la que se encontraba viajando de pie, agarrado firmemente a la mano de su padre, y de pronto frenaba en medio de un túnel, las luces comenzaban a parpadear con más intensidad y por unos segundos se quedaban completamente a oscuras. Al encenderse de nuevo y reanudar la marcha, todo y nada parecía haber cambiado. No sabía especificar por qué, más bien se trataba de una sensación. Y al momento descubría que su mano derecha ya no estaba cogida a la mano de su padre, se había agarrado a una de las barras de sujeción de la puerta de salida. Miraba frenética

A qué huelen las nubes

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       ¡Ay, los olores...! Vaya anuncios más ridículos que se marcan las compresas, no entiendo por qué se empeñan en convertir la regla en algo maravilloso y emocionante; si la regla, por mucho que la disfracen, es una jodienda que no nos queda otra que pasar, mes tras mes, y cuya fecha, por h o por b, siempre nos obsesiona. Si llega, porque vaya faena justo este fin de semana que me iba a tal sitio, y ahora tengo que estar pendiente de cambiarme y llevarme artilugios varios, y espero que no sea de esas dolorosas… Y si no llega, vaya putada, no puede ser, como me haya quedado embarazada me da algo… a ver, cuándo me vino la última vez, cuento, recuento, vuelvo a contar, es  imposible… y lo contenta que te pones, incluso a dar saltos, cuando aparece, que ya te da igual que ese fin de semana tengas planes de irte fuera, la boda de tu prima, si te duele a rabiar, o que te hayas quedado de golpe sin tampones, ¡en ese momento la adoras!! Bueno, que me voy del tema, pues eso, que en l

Historia de una azotea

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      Solía escucharla con entusiasmo contenido, evitando siempre parecer más interesado de lo que estaba dispuesto a admitir. Ella lo sabía, y estudiaba su rostro, le conocía lo suficiente como para interpretar cualquier imperceptible cambio en su gesto. Pero ese día no había disimulo ni contención, fue directo en sus palabras y parecía molesto con las de ella. Algo había cambiado en su actitud y no entendía el porqué, cuando era él, además, quien elegía ese camino. Se encontraban en la azotea de su edificio. Las vistas desde allí eran magníficas y sus vecinos o no sabían que se podía acceder con las llaves del portal, o eran demasiado remilgados para incumplir las reglas; y el cartel que en la puerta prohibía el acceso si no era en caso de emergencia, les mantenía alejados de allí. Fue él quien descubrió aquel sitio, años atrás, subía a fumar con el pretexto a sus padres de ir a sacar la basura. El día en que la encontró sentada en la escalera con el rímel corrido y levantán

Fondo de armario

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      Discutían acaloradamente el vestido rojo y la falda de vuelo azul, siempre estaban a la defensiva y era el top de seda negro quien mediaba en sus discusiones. Le hubiera gustado ponerse de parte de la falda azul, ya que existía muy buena relación entre ellos, acostumbrados a combinar juntos. Pero esta vez, a pesar de que no soportaba al engreído vestido rojo, no le quedaba otra que darle la razón. Lo que contaba era cierto: existía una crisis fuera del armario. Escuchó la conversación entre su vecino de armario, el blazer negro, un tipo en apariencia bastante estirado pero que en las distancias cortas mostraba su lado amable y cercano, y el vestido rojo. Ambos eran grandes compañeros de fiesta y por todos era sabido que cuando salían juntos, amanecían revueltos. Pues bien, el blazer negro contaba que días atrás salió de fiesta con un vestido en tono dorado de encaje que le había dejado muy tocado. El vestido rojo, al escuchar su confidencia, y pese a que blazer juró y perjur

El carrusel de los sueños

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             Me preguntaste con qué compararía nuestra historia, y respondí que con un viejo carrusel porque dábamos vueltas sin avanzar a ningún sitio en concreto. Así nos gustaba. En ella nos sentíamos como niños, ajenos a lo que en ese momento existiera fuera de aquel carrusel cargado de sueños. Yo solía subir primero, buscando un sitio donde poder controlarlo todo, pero tú siempre encontrabas un lugar para esconderte, no sé si con la intención de fastidiarme o porque te mareaba el hecho de girar. Mientras, yo, aferrada a mi asiento, esperaba a ver si salías de tu escondite y tomabas la iniciativa de acercarte. Tardabas. Me impacientaba. No venías. Me desilusionaba. Y justo cuando me planteaba rendirme, aparecías. Y aquellos instantes, por lo inesperados, por lo efímeros, se convertían en los mejores. El carrusel seguía girando, pero ya no era así. Nuestro carrusel se había detenido, y era el mundo lo que giraba para nosotros.

Haiku IX

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Pasea su cuerpo atrapado en un sueño reflejos de ayer.

El día que descubrí “la chorraera”

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             Recuerdo al poquito de venir a vivir a Málaga, cuando mi hijo ya andaba, estaba en un parque cerca del barrio con él y, en un momento que me despisté mientras charlaba con una madre, perdí de vista al niño. Empecé a ponerme nerviosa mirando en todas direcciones hasta que ella, contagiada por mi nerviosismo, le localizó y me dijo: “Tranquila, está en la chorraera”. Y yo, lejos de tranquilizarme, entré en modo pánico buscando la fuente y pensando: “Ay, la virgen, como se me moje el niño que no me he traído ropa de cambio”, mientras le decía impaciente: “Pues no veo la fuente”.  Lo cierto es que tampoco me sonaba haber visto ninguna. “No, digo en la chorraera, ¿no le ves que sube por la escalera?”. Y ahí fue donde descubrí que un tobogán en Málaga es una chorraera. “¿Y por qué lo llamas así?”, pregunté con curiosidad. Es así como se dice aquí, porque “te chorreas pabajo”, ¿no ves?… Así son los malagueños de salaos, con su diccionario particular de palabros.

Yo siempre lo he llamado flash

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      Esto no sé si son cosas de los malagueños o soy yo que siempre he estado equivocada llamándolo mal, pero recuerdo una vez que íbamos por la calle un grupo de amigos, encontramos un kiosco de helados y se nos antojó comprarnos uno. Unos pidieron cucuruchos, otros de palo, etc., y a mí se me ocurrió pedir un flash. Y esta fue la reacción de la mujer del kiosco:       —Un flash.       —¿Un qué?       —Un flash.       —¿Flash?       —¡Sí, flash!       La señora del kiosco con cara de no estar enterándose de nada y yo preguntándome que letra estaba pronunciando mal para que no me entendiera. En esto que salta uno de los del grupo que sí era malagueño:       —Un “poloflash”.       —¡Ah, sí! ¿De qué lo quieres? —respondió la señora muy resuelta ya.       Y a mí se me quedó una cara de no poder creérmelo. Pero vamos a ver, ¿tan revelador era agregar “polo” a la palabra “flash” para comprenderme? Entendería que si entro a un bar y pido un flash, el camarero me mire

Conflicto de intereses

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      —Sólo tienes que meter la mano y manejarla con tus dedos —explicaba la niña, encantada, recreando en su imaginación el momento donde las marionetas se fundirían en ese beso soñado fuera del escenario.       El muchacho, nervioso, consultaba su reloj, impaciente por lanzar las canastas que le había prometido después. (XIII Edicion de las Microjustas OZ)

Perfecto amo de casa

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      Se duchó, repasando mentalmente los informes que debía terminar. Ya en pijama, preparó un sándwich que engulló viendo el telediario. Fue al sonar el teléfono y ver el nombre de su mujer en la pantalla cuando recordó a su bebé durmiendo en la sillita del coche. (XIII Edición de Microjustas OZ)

Parece que fue ayer…

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      Llevo ya cuatro años escribiendo, o al menos eso dice mi blog. Cuatro. ¿Cuatro? ¡¡Cuatro!! Para mí ha sido un suspiro, soy capaz hasta de situarme en ese lejano día de febrero de 2010 cuando, una mañana soleada (como suelen serlo todas en Málaga), muy entusiasmada, pulsé el botón titulado “crear blog”, y las vueltas que le di para encontrarle un nombre, una imagen, unos colores… Ha llovido mucho desde ese día pero para mí nada ha cambiado. Bueno, nada y todo lo ha hecho porque aunque he ido cambiando de forma, nunca el fondo, conservo las mismas ilusiones que entonces. Aunque, como todo en la vida, uno cuando empieza con algo lo coge con muchísima fuerza. Y no es que ahora me haya cansado de escribir a diario, pero las novelas me han hecho acostumbrarme a aflojar el ritmo, al principio era más activa en relatos y más participativa en foros de escritura. Mi día a día tampoco es el mismo que entonces, aunque mi mente sigue muy activa buscando nuevas ideas que voy anotando y

La viuda

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      «Tranquilo, esta es sorda», informó al sicario de su marido cuando vio asomar las coletas de la niña y la instó a marcharse con signos.       Al salir se cruzó a su gemela, extrañada de no verla con trenza. A su madrastra le gustaba tenerlas bien diferenciadas. (XII Edición de la Sortija en OZ)

Siempre

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     Era tu palabra comodín: «siempre estaré a tu lado, siempre hay una solución, siempre me haces sonreír, siempre habrá un nosotros, siempre…». Me sentía seguro escuchándote usarla una y otra vez. Siempre. Excepto aquella noche. Dejaste un mensaje cariñoso en mi buzón y, al pronunciarla, equivocaste mi nombre.   ( XII Edición de la Sortija en OZ )

En los lavabos

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     Salió él primero. Ella antes recompuso su vestido azul. Los invitados bailaban y festejaban ajenos a la ubicación de los novios. A él lo vieron salir del servicio. Después a ella, acercándose a una amiga que llevaba una carrera en las medias y las mejillas arreboladas. ( XII Edición de la Sortija en OZ )

En serie

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      “Me asustan los principios”, afirmaste. “A mí los finales”, respondí. Descubrí al tiempo que donde acechaba mi final comenzaba a hilvanarse tu principio. ( XII Edición de la Sortija en OZ )

Jaleo nocturno

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      Todas las noches igual: revisan bajo la cama, tras las cortinas... En el armario aguanto la respiración y cierro los ojos. Cuando se marchan, la niña me avisa y entro en su cama. Enciende la linterna y hacemos sombras con las manos. Aunque las mías nunca las vemos. (XII Edición de la Sortija en OZ)

La crisis...

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     Intentó en vano mantener los ojos abiertos durante toda la noche, custodiando su diente bajo la almohada. La madre, sigilosa, al verlo dormido, retiró el tesoro y depositó una moneda de dos euros. Fue al cerrar la puerta cuando el ratón hizo el cambio por la de chocolate. ( XII Edición de la Sortija en OZ )

Despido

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      Por el miedo a equivocarse, él no da el primer paso. Por no meter la pata, ella se echa atrás en el último segundo. Saludan. Se cruzan. Siguen su camino. «Tal vez mañana me atreva», piensa él entusiasmado. «Lástima que ya no vuelva a esta oficina», piensa ella cabizbaja. ( XII Edición de la Sortija en OZ )

En otra dimensión

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      “¡Pasen y vean!”, le escucha vociferar, acompañado por el sonido de una trompa y mostrando a los visitantes la puerta de entrada al tenderete donde se encuentra ella, asustada en un rincón, intentando soltarse de las cadenas. Sin comprender por qué aquellos animales le lanzan cacahuetes. ( XII Edición de la Sortija en OZ )

Coleccionista de besos

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      “No vas a conquistarme siendo tan insistente”, le dijo en la décima llamada de ese día. “Eso decís todas”, respondió él, risueño, cuando ella ya había colgado, colérica. Después cogió su mochila y se despidió con un beso en los labios amordazados de una, dos, tres… ( XII Edición de la Sortija en OZ )

Verdades disfrazadas

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       Fuiste el renglón equivocado del cuento que por las noches les contaba a mis hijas. Era su favorito, me hacían contárselo una y otra vez. Se sentían identificadas con aquella niña cuyo padre, inesperadamente, al final volvía. Ignoraban que él, quien regresó, no aparecía en el cuento. ( XII Edición de la Sortija en OZ )

Regalo inesperado

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      La camiseta, sudada, muestra una figura modelada con sacrificio matutino. La observan tomarse el batido, directamente de la licuadora, rezando por ver resbalarse un chorrito hasta su escote otra vez. Ajena a los prismáticos de los hijos de su vecina, se deshace de la ropa antes de dirigirse a la ducha. ( XII Edición de la Sortija en OZ )

Pasado, presente y…

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              Azules como el cielo cuando le miraba encandilada en aquella cafetería donde se conocieron. Húmedos y rojizos cuando se le fue de las manos la primera vez. Herméticos y huidizos cuando escucha la llave por la cerradura. Gélidos, impenetrables, en el infinito de una mirada sin vida.  ( XII Edición de la Sortija en OZ )

Se van haciendo mayores

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      Este año, mi hijo mayor (9 años) ha descubierto el asunto Papá Noel y Reyes Magos. De la manera más tonta, además… Se habían pedido para Papá Noel unas consolas Nintendo y, como eran iguales, no se me ocurrió otra cosa que, cuando las probé para asegurarme de que funcionaran correctamente, se las personalicé, y a cada uno le puse un saludo personal con su nombre en el inicio de pantalla y el entorno de la misma con los textos del color favorito de cada uno. Se pasaron todo el día de Navidad chismorreando con sus primos y por la noche, antes de dormir, nos confesaron que habían descubierto que es imposible que Papá Noel se ponga a escribir mensajes en las Nintendo con el nombre de todos los niños que se piden una, y que la prima había dicho, además, que los padres lo escriben porque son los que compran los regalos. Lo pensé fríamente, no sabía si continuar con la mentira porque además era sencillo refutar su argumento, bastaba decir: “igual que se molestan en envolver los rega