La fauna independiente de mi casa


      La verdad es que los bichos me producen bastante repelús. Aún así, el tener en casa a tres amantes de la naturaleza “bichera”, me ha hecho convivir con unos cuantos ejemplares en lo que va de año. Los que me conocéis sabéis de sobra mis aventuras con las mascotas en casa. Aunque con estas experiencias también he descubierto cosas que han cambiado mi forma de actuar, no sé si para bien o para mal, porque a veces se vive mejor en la ignorancia. Por ejemplo: ya no me produce placer caminar descalza sobre la hierba. Nunca me había detenido a pensar en la fauna que se esconde bajo ese manto verde inmaculado… pero después de ver a mis hijos rebuscando entre la hierba y sacar lombrices varias, cochinillas gigantes, grillos de dudosa identidad, “salamandrijas” (como las llaman ellos, imagino que para no fallar con la variedad encontrada), y arañas de un tamaño considerable; ha habido un antes y un después en mi relación con el césped, y me cuesta poner un pie desnudo sobre él. 

      Mi peor experiencia, sin lugar a dudas, fue cuando decidieron coleccionar grillos. La mejor, sin embargo, cuando decidieron coleccionar lagartijas y la madre naturaleza siguió su curso en el ciclo de la vida, haciendo de unos el alimento de las otras. Lo malo es que ahora, como han cerrado la piscina, se pasan el día preocupados por que las pobres fallezcan por inanición, así que les ha dado por comprar grillos africanos (que son muy pequeños) para alimentarlas. Esto me recuerda a una vez que abrí el congelador y encontré un envase al vacío titulado: “larvas de mosquito rojo” (o algo similar). Yo no sabía si era una nueva delicatesen gastronómica que había comprado mi marido, influenciado por algún cocinero de estos modernos que tan pronto te meten helio o nitrógeno en un suflé de riñón de buey a las tres pimientas, como te hacen un plato de lentejas del tamaño de una nuez y con sabor a anchoa. Pero no, no era para la alimentación familiar, era comida para una rana volátil, que lo mismo se iba como se quedaba, y a la que un amigo en facebook bautizó como Houdini. La última vez que hizo su aparición estelar fue en formato fósil, y traumatizados por el encuentro, les permití sustituirla por una nueva, Yosi. Más efímera aún, pues no poseía los mismos poderes de invisibilidad que Houdini. El primer salto que realizó fuera de su pequeño estanque, fue con tanto ímpetu que se precipitó al vacío cinco pisos desde la terraza.

      También tuvimos una tortuga de agua que duró tres telediarios. La verdad es que mucha suerte no tenemos con las mascotas, y no será porque se sientan fuera de su hábitat, en mi terraza hay montado tal ecosistema que, si yo fuera bicho, querría vivir también en mi casa. Cada día vienen con un invento de bicho nuevo que quieren comprarse, pero ya no les dejo meter ni uno más, excepto el menú de la lagartija. Hemos acordado que pronto nacerán los gusanos de seda de los huevos del año pasado, y parece ser que se han quedado conformes. Hoy en la comida me dice el mayor:
      ―Mamá ya sé cómo se cogen las tortugas, con la "y griega"
       Y yo rápidamente  con el radar puesto, pensando que volvía a la carga con otra tortuga nueva, y me estaba vendiendo la moto de que esta vez iba a dar resultado.
      ―¿Y qué es la "y griega"? ―le pregunté. Ya sé que es una letra del abecedario, pero en una tortuga no tengo tan claro qué parte es.
      ―Pues qué va a ser la "Y griega", la “Y griega” de leer ―me contestó, mirándome con cara de: “mamá, estás empanada o qué”
       ―¿Pero eso cómo es? No lo entiendo.
       ―La coges en la "y griega"  todo el rato sin soltarla, porque si no se escapa.
      Yo venga a darle vueltas a la "y griega", imaginándome mentalmente una tortuga y buscándole la "y" en el dibujo del caparazón… ¿será la forma que hacen las patas traseras con la cola?... pero no lograba encontrar la dichosa "y griega". He oído hablar del “H2O”, “CO2”, de “C3PO” y “R2P2”, del zorro generación  Z, del “punto G”,  pero lo de la “Y de la tortuga” no lo había oído en la vida…
      ―Y la "y griega" ¿dónde la tiene? ―le pregunté, más interesada que nunca en el reino animal.
      ―Jo, mamá, ¿es que no te enteras? Ahora te lo enseño.
      Y se fue de la cocina. Yo preocupada pensando que de dónde iba a sacar ahora una tortuga para enseñarme su i griega, porque en el último inventario que hice de animales en casa, sólo encontré lagartija, dos canarios, un par de grillos, una mosca revoloteando en un cristal y pulgones en las hojas de una planta en una jardinera. ¿A que el padre les ha comprado una tortuga sin consultarme? Y de pronto aparece el niño con la Nintendo en la mano.
      ―Mira, ¿lo ves? Le doy a la “Y” y ahora Mario coge la tortuga.


          Pero claro, así, fuera de contexto,  cómo iba a imaginar que no hablaba de la versión oficial de tortuga. En mi casa se habla más  de bichos que de otra cosa, aunque últimamente se están viciando más de la cuenta con la consola, y eso que se la restrinjo. El otro día, no recuerdo quién me decía que a su hijo no piensa comprarle consola porque le gusta más que juegue con otras cosas… Me parece muy bien, a mí me encanta cuando mis hijos juegan con otras cosas que no son las consolas, pero cuando me encuentro con que el mayor entretenimiento de mis hijos es cazar bichos, coleccionarlos, meterlos en casa y olvidarse a veces de cerrar la tapa del terrario y los bichos empiezan a salir en plan ebullición de una olla rebosante…  O cuando te cogen los mejillones a escondidas, mientras los limpias, y se los quedan como mascota; o abres un armario y te encuentras un caracol trepando por un lateral o por la barra de las cortinas del salón; o coges un Tupperware para guardar algo y encuentras el cadáver de tres mariquitas, dos cochinillas y una polilla; o abres la cremallera del bolsillo de la cesta de la piscina y te saluda una lagartija que acaban de cazar… Cuando vives con esta clase de emociones fuertes siendo una madre miedica de los bichos, el momento más placentero es en el que reina la tecnología punta,  porque sabes que la Nintendo no correteará por todas partes con patitas diminutas y antenas amenazantes, porque puedes relajarte colocando los pies descalzos en el suelo sin obsesionarte con algún bicho olvidado que te rozará un pie; la consola se transforma en un objeto maravilloso. A mí es que me empieza a preocupar que un día cojan piojos y no se rasquen delante de mí con tal de que no los extermine de sus cabezas y así guardárselos de mascota o alimento para la lagartija.

Comentarios

  1. Y los que lo hemos vivido en Facebook... jajajajajja
    Anda, que no puedes decir que no has estado entretenida =)

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  2. Capaces son, qué par de amantes de los bichos, para Greenpeace de cabeza jajajaja :)

    Un besazo^^

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  3. @Shorby: cierto es, los de facebook habéis vivido los conciertos en La Menor de mis grillos y hasta un parto con camadita de una grilla jajajajaja.

    (llegaron los dos comentarios, no sé que le pasa a blogger conmigo, le debo tener disgustado por algo, eres la tercera a quién le pasa, aunque a ti, al menos, te lo ha enviado incluso con error)

    @LPP: yo creo que sí, estos serán de Greenpeace, veterinarios o se ganarán la vida con un circo de pulgas... cualquiera sabe...

    Besotes a las dos ;)

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  4. Entretenida anéctota, sí señor.

    Saludos.

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