Consciencia (Cap. II)


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      Nadie creyó su versión de los hechos. Por más que insistió a la policía, no hicieron caso a su explicación absurda de que le mató ver la foto de una niña mirando a su objetivo.

      Tardó en recuperarse de aquel incidente. Se sentía culpable de lo que le había sucedido a su tío y no sabía cómo afrontar la situación; si dejarlo estar o seguir indagando en aquella iglesia, donde no había vuelto a poner un pie desde el día de aquellas comuniones.

      Cuando tuvo aquella visión en las fotos, corrió al hospital donde se encontraba su tío en recuperación, para saber si había vivido este, una experiencia similar. Su tío, muy tranquilo e incluso riendo por la historia tan peculiar que le contaba el sobrino, le contestó que no le había ocurrido nada parecido, que si no sería producto de tantas películas de ciencia ficción que se tragaba en el cine. Pero cuando le enseño la fotografía de la niña del vestido rosa, su rostro adquirió una expresión de pánico absoluto, con un tono lívido en la piel que le llevó a sufrir un paro cardíaco. En aquel momento comprendió, que aquella imagen tenía algo que ver con su tío, pero no entendía cual podía ser su relación.

      Habían pasado ya seis meses desde su muerte, y era el tiempo que llevaba él sin trabajar. Le habían ofrecido el puesto de su tío en la iglesia, pero de ese sitio no quería ni oír hablar. Malvivía con sus ahorros en la casa de sus padres, sabía que aquella situación no le permitiría seguir adelante, y que debería buscar un nuevo trabajo que le reportase más beneficios que la fotografía. Pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su cuarto o paseando por la ciudad.

      Era una tarde fría aquel uno de noviembre. El espíritu de Halloween importado de las películas americanas, se respiraba por toda la ciudad, que se había vuelto anaranjada por las versiones de calabaza que se iba encontrando a su paso; si no eran caretas, eran improvisadas lámparas o cubitos para recolectar caramelos. ¡Truco o trato! Se escuchaba a los niños, cuando se abrían las puertas del vecindario.

      Cuando vio su figura esbelta, repartiendo caramelos entre los niños, no pudo evitar que el vello se le pusiese de punta. Esta vez vestía un jersey gris de punto, unos vaqueros y el pelo suelto; pero su cara... esas facciones huesudas y pálidas que se grabaron a fuego en su mente ¡Tenía que ser ella! Pensó, paralizado por la impresión del momento.

      Se acercó, haciendo acopio de valor, hasta donde estaban los niños, haciéndose pasar por el padre de alguno de ellos. En la corta distancia que les separaba, el rostro de la mujer adquirió una belleza que fue imperceptible de lejos. Le miró sonriendo y le ofreció caramelos. Los niños ya habían corrido con el botín a llamar a otra puerta. Él se quedó mudo, mirándola, no sabía qué hacer ni qué decir, pero sentía que debía hacer algo. Ella, con una naturalidad pasmosa, le invitó a entrar en su casa. No pudo resistirse a hacerlo, no sabía lo que aquello le depararía, pero cuando la mujer del rostro enjuto cerró la puerta a su espalda y ya se encontraban dentro, fue consciente de que su decisión ya no tenía marcha atrás.

                                                                                                      ... Continuará.

Comentarios

  1. Veo que te has animado con las continuaciones jejeje
    Muy bien!

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  2. Sí, pensé que no hacía falta pasar miedo en todos los capítulos, así que me animé con el naranja y ya buscaré algo más siniestro en el amarillo :)... espero no tardar tanto esta vez!!

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  3. Va por muy buen camino la historia... ;)

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